Comunicar incluso desde el más allá

No, este post no va de un tutorial sobre cómo entrar en contacto con los muertos en una sesión de güija, pero sí de mensajes de ultratumba. Una investigación realizada por el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla ha sacado a la luz una curiosa práctica que se daba hace 4.000 años, durante la Edad del Cobre, en sociedades en las que algunos estamentos querían dejar constancia de su elevada posición y su prestigio mediante la falsificación de piezas de ámbar.

Durante este periodo se produjo un gran dinamismo económico, que estuvo acompañado de un significativo crecimiento demográfico, lo que propició un importante desarrollo de la complejidad social. Surgen linajes que utilizaban objetos de lujo en sus rituales funerarios como herramienta para comunicar al resto quién ostentaba la riqueza y quién mandaba, en suma. Pero, además, buscaban que ese mensaje perdurara en el tiempo en sus sepulturas megalíticas.

Eso es lo que se ha encontrado en algunos enterramientos en Barcelona. Lo que pasa es que en aquella época en la Península Ibérica las élites no siempre contaban con esa materia prima. El ámbar procedía de lugares lejanos como el Báltico o Sicilia y no era fácil conseguirlo, así que se las ingeniaban para sustituirlo por algo que diera el pego: una mezcla de resina de pino mezclada con cera de abeja, pigmentos y colorante vegetal, y todo ese emplasto se adhería a una concha. Se han hallado hasta 2.000 piezas de este tipo en diversos yacimientos.

Todo ello refleja que, más que el ámbar u otros materiales preciosos, lo que realmente tenía el máximo valor en la antigüedad era la imagen externa, la comunicación porque era sinónimo de poder, incluso después de morir. Estos investigadores nos han mostrado uno de los storytellings primigenios por los que se transmitían mensajes de generación en generación, en este caso relativos a la jerarquía social.

El mundo antiguo está plagado de este tipo de manifestaciones que, con el paso de los siglos, se fueron volviendo más sofisticadas en la difusión de enseñanzas y conocimiento. Los próceres de la comunicación de nuestro tiempo solo han copiado las ideas de los viejos rapsodas y las han adornado con la tecnología.

Por Carlos López Perea, consultor sénior en Estudio de Comunicación

@clopezperea

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