LinkedIn – Carlos López Perea, consultor sénior en Estudio de Comunicación.
El lema tan de moda de que estamos ante una transformación digital con el que nos vienen bombardeando en los últimos años es más que un punto en la agenda política que justifica el sueldo de cohortes de funcionarios europeos que tienen como misión apuntalar la innovación para competir mejor con Estados Unidos y China, en línea con las pautas del reciente Informe Draghi. Casi diría que es una cuestión de pura supervivencia porque, en España, donde las pymes representan el grueso de la economía, siete de cada diez empresas cuentan con un perfil digital bajo o muy bajo, según datos de Eurostat. Por tanto, es uno de esos asuntos en los que no cabe discusión ante las graves consecuencias que pagarán las generaciones futuras si ahora no se actúa.
No se trata solo de impulsar la tecnología entre las pequeñas empresas mediante incentivos fiscales u otra clase de ayudas para poder afrontar el elevado coste de su implantación, que también, sino de comunicar con efectividad los mensajes de que es necesario que los casi tres millones de pymes que hay en España se pongan manos a la obra cuanto antes, apostando por la innovación y la eficiencia, lo que terminará automatizando sus procesos y reduciendo sus propios costes. Además, será clave en su toma de decisiones.
Porque, pese a que hay campañas gubernamentales en esa dirección como la del Kit Digital, es evidente que todavía la IA, el Big Data o los algoritmos les ‘suena a chino’ a los pequeños comercios de toda la vida y a otras empresas algo más crecidas en tamaño. Ni siquiera es habitual que una frutería, una peluquería o una mercería se promocionen a través de su propia web convirtiéndose en una tienda online. Es como hablarles de los agujeros negros: saben que existen, pero también que están muy lejos de ellos. Por eso es tan importante llenar ese vacío sideral con conocimiento, transmitiendo la importancia que tiene la digitalización con un mensaje claro y convincente, describiendo las ventajas competitivas que aporta.
Al ser un público tan amplio, no va a ser fácil, ya que para ellos significa un cambio cultural muy drástico en la manera de manejar sus negocios. Un ejemplo actual es la reticencia y la confusión que ha generado la adopción del cuaderno digital en la agricultura y la ganadería españolas, un instrumento con el que gestionar la información de sus explotaciones, mejorar su sostenibilidad y compartir los datos de las tareas del campo con la Administración. Sin embargo, muchos trabajadores del sector agrícola consideran que esto es un arduo proceso de medición de la actividad que, a su juicio, es imposible de llevar a cabo, de ahí que finalmente se haya optado por que su implantación sea voluntaria.
El problema es que las pymes carecen de equipos de comunicación que realicen esta labor didáctica internamente para afrontar este desafío. Por ello, es fundamental que los responsables de las empresas sepan apreciar el impacto positivo que traerá la innovación a su actividad y que lo comuniquen acertadamente a sus empleados, con la mayor transparencia, haciéndoles ver cómo pueden mejorar materialmente los procesos en la organización. Es decir, que entiendan que esa transformación es necesaria porque aporta valor a todos los que forman parte de la compañía y es, por tanto, inclusiva.
Sin ir más lejos, pensemos en la España vaciada. La digitalización, sin duda, puede convertirse en vector de crecimiento determinante para muchos negocios ubicados en pueblos con pocos habitantes y en zonas alejadas de los grandes núcleos urbanos. Una empresa que apueste por innovar puede tener acceso a un mercado mucho mayor que la propia comarca porque la digitalización rompe fronteras físicas, convirtiéndose de paso en motor que dinamiza la economía local, fija población en zonas rurales y hace la vida más fácil a personas que viven aisladas. Ese es un caso de storytelling que debe tenerse en cuenta para involucrar a las personas en estos procesos, ya que permite transmitir sus beneficios, pero hay otros muchos más que pueden ayudar a visualizar los objetivos compartidos de una organización, tenga 100, 50 o 5 trabajadores. Lo importante es que se sientan partícipes de esa evolución a mejor para que ellos mismos sean los que, en su contacto con el resto de la cadena de valor, canalicen el mensaje a proveedores o clientes, que también resultarán favorecidos.
Es cierto que todo proceso disruptivo suele toparse en un principio con alguna barrera, sobre todo en ciertas franjas de edad que no están tan abiertas al cambio. Sin ir más lejos y para ser realistas, esto lo vemos a diario en la relación entre las personas mayores y los bancos, que han apostado decididamente por digitalizar las gestiones con sus clientes. Según las conclusiones del informe ‘La Comunicación entre bancos y mayores’, elaborado por Estudio de Comunicación y presentado a finales del pasado mes de octubre, “en este colectivo se impone la sensación de frustración con las entidades financieras y reclaman una atención y un contacto más personales”.
A pesar de todo, estamos ante un proceso imparable, como otros tantos que han venido produciéndose en la historia de la humanidad no por casualidad. Hace 5.500 años los sumerios comenzaron a realizar incisiones con el cálamo en tablillas de arcilla porque los comerciantes de aquella época entendieron que la escritura cuneiforme era un instrumento útil para registrar transacciones y comunicarse mejor con quienes compraban sus mercancías, más allá del lenguaje oral. La digitalización supone en la actualidad un impulso evolutivo idéntico. Solo hace falta acelerar su adopción con un discurso nítido, directo y pragmático. Y eso es tarea de todos.