DeepSeek, la hasta ahora desconocida startup china que ha deslumbrado al mundo con su Inteligencia Artificial “low cost” y que ha puesto patas arriba el paradigma tecnológico de Silicon Valley, es un recordatorio, el enésimo, de que las realidades más firmemente establecidas en el imaginario colectivo no son inmutables y que por eso unos imperios desbancan a otros. Así nos lo están contado los medios.
Este es un relato creíble que se viene repitiendo actualmente en la prensa como un hecho ya consumado, pero si hacemos una búsqueda un poco más profunda -como indica el propio nombre de la empresa china-, quizá veamos señales de sobrerreacción mediática ante lo que parece el invento de la pólvora.
Se habla sin ambages de “momento Sputnik”, en referencia a un giro copernicano en la percepción mundial sobre una situación determinada, como ocurrió en 1957 con el lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la antigua URSS, que cuestionó la hegemonía hasta entonces de Estados Unidos como primera potencia en tecnología espacial. Y lo cierto es que jóvenes científicos chinos han ideado una IA con un sistema de código abierto más fácil de desarrollar, más eficiente y más barato -apenas ha requerido una inversión de seis millones de dólares-. Además, no utiliza los chips avanzados de Nvidia, cuyas exportaciones habían sido restringidas al gigante asiático por parte de la Administración estadounidense para que no se viera amenazado el dominio que vienen ejerciendo en los últimos años grandes compañías tecnológicas como OpenAI, Meta o Google.
Los acontecimientos han ido muy rápido y por eso merece la pena hacer una reflexión algo más sosegada. En tan solo unos días, el modelo de IA de DeepSeek se ha descargado masivamente, barriendo a ChatGPT y causando un terremoto de dimensiones bíblicas en el Nasdaq. ¿Por qué depender ya de los chips fabricados actualmente por unas cuantas empresas estadounidenses? Ese ha sido el argumento detrás del desplome de Nvidia, que en una sola sesión se dejó casi 600.000 millones de dólares de capitalización bursátil, la mayor pérdida de valor de una compañía en la historia de Estados Unidos.
Ese olimpo innovador concentrado en la región del norte de California que venía encandilando a los inversores ya no lo es tanto, concluyen muchos periodistas, abrazando la tesis de que la caída de una creencia o de un mito nunca sale gratis y, en esta época de cambios vertiginosos, nadie, ni siquiera las corporaciones más laureadas del planeta, deberían sentirse inmunes a ello.
A los seres humanos nos gustan las tragedias. De Sófocles conocemos siete, pero se cree que escribió cerca de 130; de Esquilo, otras siete, pero se le atribuyen unas 90; y de Eurípides se conservan 19, pero compuso 92. Desde hace siglos se sabe del tirón popular de este género. Sin embargo, en este caso quizá falte un poco de análisis porque todo ha sido sobrevenido y no se ha dispuesto de tiempo para contrastar los hechos debidamente. Y esta carencia se ha suplido con teatralidad y efectismo, apostando por historias impactantes en las portadas de los periódicos que hablaban de revolución tecnológica -aderezada con la confrontación Estados Unidos-China-, lo que probablemente ha generado un gran malentendido.
Evidentemente, contaban con un argumento de peso al que agarrarse: la repentina sangría en las cotizaciones de los colosos del sector tecnológico estadounidense. Sin embargo, pocos han visto esto como un episodio de especulación financiera. Desde luego, esa no es una historia tan atractiva como decir que una startup de Hangzhou -ciudad que la mayoría de nosotros no sabe ubicar en el mapa de la República Popular de China- estaba “haciendo temblar los cimientos de la confianza en la apuesta de Occidente en la IA”. Mejor citar el concepto de “destrucción creativa” de Schumpeter, que aludía a que en el sistema capitalista lo nuevo se impone a lo viejo, aunque no tengamos ni idea de si eso va a pasar con DeepSeek porque ni siquiera sabemos de dónde ha salido la información sobre todo este tinglado. Qué importa que la acción de Nvidia haya subido un 200% en el último año y que algunos inversores hayan aprovechado esta noticia para recoger algunos beneficios para después seguir metiendo gasolina en el valor a precios más bajos.
A mí me cuesta creer que las millonarias inversiones en IA que han venido realizando las big tech no hayan contemplado escenarios como este, sobre todo en una industria acostumbrada a la innovación y a que otros te adelanten por la derecha y tengas que poner encima de la mesa tu capacidad de reacción día sí y día también. Sencillamente, no tiene sentido. Por tanto, no es extraño que los analistas de Citi hayan reiterado su consejo de compra sobre Nvidia. Saben que va a seguir siendo la empresa que venda más porque la irrupción de DeepSeek, si bien es una advertencia del poderío de China en la IA, motivará a las grandes tecnológicas americanas a ser mucho más eficientes y más competitivas. Al final del día, todos saldremos beneficiados: los costes seguirán reduciéndose, los avances tecnológicos proliferarán y el acceso a la IA se democratizará.
No veo esto como un punto de inflexión que marque la defunción de estos gigantes que han introducido esta tecnología, por más que los medios hayan visto en ellos a cíclopes abatidos. Ni tampoco me imagino a sus equipos de comunicación tecleando desnortados en DeepSeek las palabras plan, comunicación y crisis.
Por Carlos López, consultor sénior en Estudio de Comunicación.