Muerte por EGOVIRUS, España colisiona con el iceberg Covid-19

“If you need to be right before you move, you will never win”

– Dr. Michael J. Ryan, Executive Director de la OMS.

LIDERAZGO vs EJERCICIO DEL LIDERAZGO

A raíz del reciente acontecimiento ocasionado por el COVID-19 que nos ha llevado a esta situación de pandemia global, invito a reflexionar sobre una de las mejores lecciones aprendidas a lo largo de mi vida. Muchas son las contribuciones que hemos tenido en toda su magnitud sobre el concepto LIDERAZGO. Sin embargo, en esta situación de alerta sanitaria, quiero destacar que “una persona decide mejor que todo un comité de expertos”.

Ante cualquier situación de crisis, nunca olvido dos cosas que aprendí durante mi etapa en el IESE.  La primera, “una persona decide mejor que todo un comité”, y la segunda, aquella decisión vanidosa de “bautizar al Titanic con el nombre del -Insumergible-”, desechando engreídamente una de las alternativas posible ante un escenario de crisis.

En esencia, la decisión a tomar por todo un grupo de personas no está exenta de conflictos y contraposiciones en la que difícilmente todas las partes se pondrán de acuerdo. Y aun teniendo una mayoría, siempre una persona tiene la última responsabilidad. Bien sea la de comunicar la decisión tomada por ese comité o bien, tomar una decisión una vez ha escuchado a todos los miembros que componen dicho comité.

He aprendido que el ejercicio del liderazgo consiste ante todo en afrontar con humildad la realidad de los escenarios posibles. En este sentido, dos cuestiones claves que debe asumir un buen líder. La primera, tomar decisiones aun equivocándose; y la segunda, anticiparse a los conflictos que más tarde más temprano aparecerán. Preocúpate solo de que los aciertos superen a los errores y ‘minimizar el número de riesgos (incl. cadáveres)’.

La pandemia global está dejando en evidencia la mala praxis de “líderes” que lo quieren todo, la opción elegida y la no elegida. Avariciosos por apuntarse el tanto de los éxitos de un grupo y no asumir los errores propios. Quieren el poder a costa de todo: lo elegido y lo desechado. Nunca serán líderes sino simples marionetas del teatro PODER. Han sido infectados por EGOVIRUS tras colisionar con el iceberg Covid-19.

Existe un concepto de liderazgo teórico-académico que creen cumplir bajo protocolos de actuación, por el ‘carguito’ de sus trajes y tarjetas, sin embargo, obvian la opción del EJERCICIO del liderazgo, el de la verdad. Tomar decisiones con coraje y valentía. Ahí encontramos a los grandes líderes que ha tenido la humanidad. Aquellos que con un discurso de fama jamás se creyeron líderes, sino que con actitudes y acciones fueron reconocidos como tales. Aquellos que asumieron la responsabilidad de su destino a pesar del puesto. Aquellos sin importarles la vida o la cárcel porque creían en lo que hacían. Aquellos que nunca renunciaron al bien de la humanidad por poder. Aquellos que con su ejercicio de ejemplaridad obtuvieron el reconocimiento de líder como resultado del beneficio de sus acciones. Aquellos que fueron premiados en el estrado del juicio de la sociedad.

Me viene al recuerdo el hecho histórico de la fatídica madrugada del 14 al 15 abril de 1912, en la que se hundió el mayor barco del mundo en el momento de su botadura. Como ocurrió con el Titanic, el Covid-19 también tiene tintes de tragedia por tener que lamentar la pérdida de vidas humanas. Sin embargo, no es objeto de este artículo sino una breve reflexión sobre el hecho que tiene la vida de las personas a la hora de tomar decisiones por un líder.

En el hundimiento del Titanic se tomaron muchos tipos de decisiones, en un primer instante las que se hicieron bajo la hipótesis de que jamás se hundiría y por tanto no estaba en juego la vida de las personas; y en un segundo momento, aquellas que se hicieron de forma incontrolada, presa del pánico, tras verificar el capitán el hundimiento del barco. El resultado, más de 1.500 personas perdieron la vida.

A pesar de los muchos factores y expertos que había en cada una de las partes del barco, su líder, el capitán, tomó sus decisiones. Edward Smith omitió advertencias y comunicaciones, cometiendo uno de los grandes errores que puede perpetrar un líder, no anticiparse a un posible escenario aún peor cuando se trata de vidas humanas. Es conocido que hubiese podido evitar el iceberg si hubiese hecho caso de las comunicaciones (hasta 9 avisos previos de alerta de icebergs) y hubiese disminuido la velocidad del barco. Pero lo que muchos desconocen de la historia es que el Sr. Smith estaba incentivado por llegar antes a Nueva York con la imposición de Bruce Ismay de navegar a 22 nudos para que el Titanic llegara un día antes de lo previsto, buscando un mayor impacto en la prensa.

Es patente la falta de ejercicio de liderazgo en la actual crisis del Covid-19. De repente, los avisos llegaban de Asia. Los capitanes de cada nación, al igual que la borrachera de ignorancia del Sr. Smith, Europa omitía las advertencias de China. Incluso el Californian avisó que tuvo que detenerse por estar rodeados de hielo, comunicado 45 minutos antes del impacto del Titanic. Italia, al igual que el Californian, paró el barco y comunicó la cuarentena de un país.

A las 23:40h, el vigía Frederick Flett, junto con su compañero, Reginald Lee, observaron de pronto cómo el Titanic se dirigía rápidamente a una gran masa de hielo. Tocó tres veces la campana y se dirigió al puente gritando: “¡Iceberg al frente!” Tan solo 400 metros separaban la proa del Titanic del témpano de hielo ¿Recuerdan los toques de campana de la OMS sobre el Covid-19?

Se ha calculado que el iceberg fue avistado a tan solo 455 metros de la proa y que desde que se dio la alarma hasta que se produjo la colisión sólo pasaron algo más de 30 segundos para reaccionar e intentar evitarla, básicamente por tres motivos: la poca visibilidad, la excesiva velocidad y un tercer dato que llama al estupor: los vigías no disponían de binoculares para hacer su trabajo porque se habían perdido antes del inicio del viaje. Los oficiales si disponían de ellos, pero ninguno consideró una necesidad transferirlos a los puestos de vigilancia para que los vigías desempeñasen debidamente su trabajo. En el puente de mando, en ausencia del Capitán, el primer oficial W.M. Murdoch da al timonel Robert Hitchens dos órdenes muy rápidas: todo a estribor y orden de contramarcha a toda máquina. El Titanic llevaba en ese momento la inalterada velocidad de 22 nudos y medio, lo cual hizo más complicada la maniobra. A pesar de ambas órdenes, ejecutadas con rapidez, o precisamente porque esas maniobras no eran las más acertadas, el contacto con el iceberg fue inevitable provocando una brecha en su costado de estribor, de unos 76 metros desde la bodega de proa hasta la carbonera de la sala de calderas número 5, y con ello la rápida inundación de cinco compartimentos estancos. Habían transcurrido apenas 41 segundos desde que el vigía Flett divisara la mole de hielo, que sobresalía 30 metros de la superficie, hasta que ésta impactó contra el Titanic.

En el caso del Covid-19 han pasado los días desde que se dio la alarma antes de que los líderes de nuestro país reaccionaran, básicamente por los mismos tres motivos que en el Titanic: la poca visibilidad de los responsables (anticipación de las decisiones); la excesiva velocidad de contagio del Covid-19; y la no disposición de recursos en manos de las personas adecuadas. La brecha en el casco alcanzó el País Vasco, la Rioja, y posteriormente el compartimento Madrid, inundando rápidamente el resto de ciudades de España.

Consciente de que nos jugamos mucho, faltaría más. Con este caso que imparto en mis clases de liderazgo he querido hacer una reflexión sobre la falta del ejercicio de liderazgo con decisiones tan importantes como la que señala recientemente el Dr. Michael J. Ryan de la OMS en la rueda de prensa en la que nos pide anticiparnos a los hechos o lo lamentaremos aún más. “If you need to be right before you move, you will never win”.

Imposible hablar más alto y más claro. Algunos líderes siguen instalados en la incredulidad de que aplican el sentido común a sus decisiones sobre hechos, datos e incluso proyecciones de escenarios que olvidan la alternativa -hundimiento- vacilando al ‘Covid-19’ con el nombre de ‘gripe’ (El insumergible para según el caso). Y no me refiero a alarmar a la población, sino que en el ejercicio del liderazgo está la de tomar decisiones valientes y huir del sentido de cobardía. Del miedo que paraliza la posible verdadera decisión a tomar, parar el barco en alusión al Dr. Ryan sin saber si estás en lo correcto.

En cualquier caso, todo principio tiene un fin, y como sucediese en aquella tragedia del Titanic, el hundimiento trajo consecuencias positivas como mayor seguridad (planes de evacuación y emergencias); mejora en las comunicaciones marítimas; nueva capacidad de los botes; avance en los materiales de construcción del casco; diseño y construcción de barcos (compartimentos); e incluso sistemas de localización GPS de icebergs. Esperemos, al igual que han señalado multitud de expertos mundiales. como Bill Gates en su conferencia de 2015, la humanidad tiene que prepararse para anticiparse a futuros icebergs.

Cuando todo termine, la verdadera vacuna que necesita la humanidad es aquella en que los líderes del futuro sean inmunes al contagio por EGOVIRUS. Líderes que no estén infectados en su proceso de individuación.

Con mis mejores deseos para todos. Uno más, desde mi pequeño bote salvavidas, mi casa.

 

Ignacio Cañaveral

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