El proceso electoral chileno, culminado el pasado 17 de enero, en el que se impuso la coalición de centroderecha liderada por el empresario Sebastián Piñera (con el 51,6% de los votos) a una Concertación que llevaba repitiendo triunfos desde hace 20 años, permite sacar algunas conclusiones relevantes.
Desde una perspectiva política, la decisión de los chilenos de apostar por la alternancia en la Presidencia de la República marca un punto de inflexión muy relevante en la reciente historia de Chile, lo que constituye la demostración más evidente de la madurez política de un país que ha consolidado su democracia a pasos agigantados y que, a través de los gestos y expresiones, tanto de los vencedores como de los vencidos, ha dado una potente señal de respeto, estabilidad y saber hacer, que contrasta con otros países de la región, donde la democracia enfrenta dificultades y debilidades alarmantes por mor de un populismo exasperante y poco confiable. A partir del próximo 11 de marzo, el presidente electo y su Coalición por el Cambio, tendrán la oportunidad de devolver a Chile el impulso –perdido en parte— que tuvo en la década de los 90, profundizar en una gestión más ágil, eficiente y cercana del aparato público, así como acometer las reformas necesarias, con el claro objetivo –explicitado por Piñera— de que en un futuro próximo el país cruce el umbral del desarrollo.
Desde la perspectiva de la comunicación, la campaña desplegada por la coalición ganadora ha sido impecable, tanto en su articulación como en su ejecución, apoyándose en pocos mensajes, muy sencillos y entendibles, que fueron calando en un electorado que terminó por rendirse ante la necesidad de acometer cambios: cambios en la forma de gobernar, en las actitudes y en las personas. Algo a lo que contribuyó, sin duda, el evidente desgaste de una Concertación que lleva dos décadas en el poder sin mostrar signos de renovación, a lo que cabe añadir la inclusión en la campaña de Piñera de temas que atrajeron a electores no identificados con la derecha.
La estrategia de comunicación del presidente electo supo también convertir en capital político uno de los hechos más criticados por sus detractores, que apuntaban el conflicto de intereses que significaba para Piñera optar a la Presidencia de la República, siendo un activo hombre de negocios. Sin embargo, esos atributos de persona capaz, exitosa, ejecutiva y con habilidades para resolver problemas complejos, ha sido también una de las palancas de su éxito en las urnas.
Así las cosas, se inicia una nueva etapa tanto para gobernantes, como para gobernados. Dentro de esos últimos, numerosas empresas –locales y multinacionales, muchas de éstas españolas- se enfrentan ahora al difícil reto de conocer y darse a conocer en el nuevo mapa de poder. Han sido 20 años de construir relaciones que ahora se quedan viejas y surgen nuevas necesidades de Relaciones Institucionales, necesarias para el buen desarrollo de los negocios. Afortunadamente Chile permite desarrollar ese trabajo desde una óptica moderna de la Comunicación, plateándose un camino franco y transparente, similar al que se podría llevar a cabo en otros países desarrollados y basado en la elaboración de un mapa de públicos, la definición de mensajes claros sobre las fortalezas de la empresa y la gestión de una interlocución continuada y planificada, para generar una nueva confianza.
El nuevo Gobierno de Chile afrontará el reto de confirmar al mundo que la derecha puede gobernar eficazmente y con normalidad. Los empresarios con intereses en este país, deben ponerse manos a la obra para gestionar con eficacia sus relaciones con la nueva Administración.
Fernando Nadal
Vicepresidente
Estudio de Comunicación Chile