Quizás sea por la globalización, quizás porque el tiempo es oro y hay simplificarlo todo. Lo cierto es que a menudo tendemos a englobar términos bajo una misma denominación, pero a veces, sin darnos cuenta, llamamos igual a cosas que son diferentes.
El fenómeno de las redes sociales, que cada vez tiene más de social y menos de fenómeno, es un claro ejemplo de ello. Llamamos redes sociales a todas esas herramientas online que sirven para darnos a conocer en Internet y para mantenernos conectados con el universo que nos rodea a tan sólo un click de distancia. Gran error.
Por poner un ejemplo evidente, es habitual que metamos tanto a Facebook como a Twitter en la categoría de redes sociales, pero si indagamos un poco en el asunto, nos damos cuenta de que estamos equivocados.
Numerosos blogueros y expertos en la materia coinciden en definir Facebook como “una plataforma para construir conexiones en línea y estar al tanto de lo que sucede en nuestros círculos sociales” y Twitter como una “red de información”. Pero, ¿cuál es la diferencia?
En Facebook los usuarios se conectan con amigos, conocidos o usuarios con intereses comunes, que, al volverse “amigos”, pueden ver sus contenidos de ida y vuelta. En Twitter eso no sucede, ya que los usuarios eligen la información que desean recibir y no se tiene la obligación de seguir a nadie. En Twitter no haces amigos ni nuevos contactos, sino que te mantienes actualizado en todo lo que te interese: personas, empresas, ofertas de viajes, etc. Podríamos decir que Facebook enfatiza perfiles y gente mientras que Twitter enfatiza el contenido, es decir los tweets.
Facebook y Twitter no son competencia ni están destinados a colisionar, sino que representan diferentes facetas de una realidad compleja. Ahora bien: si vamos a desarrollar una política en redes sociales para nuestra empresa, entonces es muy importante que tengamos en cuenta todos los matices y diferencias.