Me permito discrepar

bueno maloLeí una columna de opinión en un diario nacional en la que me llamó poderosamente la atención un sumario: “una cosa es comunicar y otra informar; una cosa es ser la voz de una empresa y otra ser periodista”. Por eso la leí. La columna comenzaba hablando de las oportunidades de autoempleo de los periodistas con la “revolución tecnológica 2.0”, pasaba luego a la especialización de estudios en la carrera de periodismo y terminaba dejando un regusto, sin decirlo así, a que los de Medios son los buenos y los de empresa (olvidó instituciones y otras organizaciones), los malos.

Quien haya tenido la oportunidad de estar “en ambos lados del espejo”, habrá experimentado en propia piel que la labor del periodista en un Medio es idéntica a la que desarrolla en un gabinete de Comunicación: captar la información, tratarla y ponerla a disposición de los receptores. Esto, por simplificar y adaptar la frase a lo que define la RAE, que si entramos en particularidades, aún son mayores las similitudes. Cambian las herramientas y los objetivos, pero eso es otra discusión distinta.

Estando de acuerdo con el autor (Ángel Valle en La Razón) en que la objetividad periodística es una quimera, no es cierto, sin embargo, que el comunicador no persiga el mismo fin. La mejor imagen corporativa, la que permanece, la que se aprecia por los receptores, es la que se sustenta en la transparencia, la veracidad y el esfuerzo por escuchar a los públicos internos y externos para hacerles llegar después el mensaje que se adecua a sus circunstancias.

A mi juicio en esto no hay buenos y malos, objetivos y subjetivos. Simplemente hay profesionales, que lo hacen bien o mal, en uno y otro lado de la profesión.

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