Diario Abierto, 18/03/2011.- Artículo de Juan Antonio Tarjuelo, consultor de Estudio de Comunicación. Puede ver la reseña aquí y enlazar con la web de Diario Abierto.
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Estamos viviendo unos días de profunda tristeza y de alarma ante lo que está viviendo Japón tras el devastador terremoto y el posterior tsunami. Las consecuencias del mismo están teniendo secuelas catastróficas en alguna central nuclear japonesa, más concretamente en la central de Fukushima que ya hemos incorporado a nuestro lenguaje diario de los últimos días.
Ante la profusión de informaciones, muchas de ellas contradictorias, algunos medios recogían que el propio primer ministro japonés estaba alarmado de lo que estaba pasando por que a él no le llegaba información fidedigna de la situación, o le llegaba con un alarmante retraso.
Cuesta mucho creer que en un país avanzado tecnológicamente y preparado para abordar con ciertas garantías cualquier desastre natural, y concretamente los terremotos por estar en una zona de especial actividad sísmica, no existan protocolos concretos para hacer frente a una situación de emergencia.
En los medios occidentales parece que tenemos más información que los propios japoneses que viven cerca o en un perímetro razonable cercano de la central nuclear. Desde allí llegan algunas voces de alarma que aseguran que su Gobierno o la empresa no les informan.
Parece que las empresas japonesas, lideres mundiales en tecnología, procesos, I+D y otras muchas cosas, tienen importantes carencias en sus sistemas de información ante crisis o catástrofes. Si los hechos son lo que parecen, las empresas que gestionan las centrales nucleares niponas no cuentan con un manual de crisis de comunicación de aplicación inmediata, y una sociedad tan previsora como la japonesa no tiene previstos instrumentos suficientes para poner en marcha un plan de comunicación ante una situación de esta naturaleza, por la que el Estado mantenga informados a sus ciudadanos de una manera ágil y segura.
Algunos nos preguntamos, ¿no cuentan las grandes empresas japonesas, tercera potencia mundial, con un protocolo de situación ante situaciones de crisis? o ¿no quieren contar toda la verdad para no alarmar más a la población? En cualquier caso, la falta de información está generando, además de la alarma, la sospecha sobre una posible ocultación o desinformación sobre la verdadera realidad. El problema es que, a estas alturas, digan lo que digan, nadie parece creerlo.
A todo ello, se suma la inusual alocución televisiva a la población del propio emperador Akihito para decir que está preocupado y que reza para que la situación se pueda controlar y para que el daño sea el menor posible para las personas. No son precisamente tranquilizadoras las palabras del emperador que llevaba más de veinte años sin dirigirse a su pueblo.
A la reconstrucción nacional, Japón y sus empresas tienen que sumar a las cosas que deben corregir en el futuro la necesidad de contar con un plan y un protocolo de actuación y comunicación ante una situación de crisis o, si lo hubiera, a buscar el modo de ponerlo en practica de manera mas eficaz.
Los rumores y la desinformación se combaten únicamente con planificación, profesionalidad, transparencia, rapidez y eficacia.