PRNoticias, 28/04/2011.- Artículo de Juana Pulido, consultora de Estudio de Comunicación, en el que relata un ejemplo «de cómo la falta de comunicación contribuye a la desmotivación y a la fuga de talento», con directivos muy ocupados «en las ‘cosas importantes’ como para perder su valiosísimo tiempo en eso llamado COMUNICACIÓN INTERNA». Puede ver la reseña aquí o acceder a PRNoticias.
————–
Hace unos días, asistí a una cena en la que nos dimos cita un grupo variopinto de personas: empresarios, profesionales liberales y algunos periodistas.
Lo que a priori iba a se una cena “normal”, se convirtió en una clase magistral de cómo no debe ser la comunicación interna y, por extensión, las relaciones profesionales en una gran empresa multinacional (española para más señas). Un ejemplo de cómo la falta de comunicación contribuye a la desmotivación y a la fuga de talento.
Uno se los comensales comentaba, entre hilaridad e incredulidad, cómo había sido su experiencia en esa empresa. Da igual la empresa y da igual el nombre.
Según decía, llegar a esa multinacional fue cumplir su sueño, era su empresa ideal y lo mejor de todo: le había fichado a él para colaborar en un proyecto apasionante. A sus pies un futuro profesional inmejorable.
Durante los dos primeros meses le surgieron algunas dificultades, fruto, pensaba él, del propio proceso de adaptación a una cultura empresarial que le era absolutamente ajena. No obstante, echó de menos, en esos meses, un leve interés por parte de la compañía recibirle, por explicarle temas esenciales para el desarrollo de su trabajo, en fin, un proceso mínimo de acogida.
Pasados esos dos meses empezó a sospechar que nadie le iba a explicar nada y que tendría que ser él mismo quien buscara la mejor forma para adaptarse a esta excelente multinacional que tanto admiraba. Decidió que, tras una reunión de trabajo con su jefe, un miembro de la alta dirección de la compañía, le haría algunas preguntas que él juzgó inocuas, pero no así su superior.
Le preguntó por el manual de bienvenida, por el manual de crisis, por la periodicidad de sus reuniones con él, por los procesos básicos de comunicación interna entre la dirección de la empresa y sus empleados. Ardió Troya.
¡¡¡¡¡¡¡¡“No te enteras de nada”, “deja tus preguntas que tienes mucho que perder”, “vamos fatal si esperas que haga tu trabajo”, “eres un inmaduro”, “no tienes ni idea de donde estás trabajando”, “sigue así y ya veremos dónde acabas”!!!!!!…. los gritos se escucharon tres despachos más allá, al más burdo estilo caciquil.
Salió del despacho perplejo, incrédulo, sin saber si a su edad (rozando los 40) había empezado a sufrir alucinaciones auditivas, miró a su alrededor y nadie parecía sorprendido. Estaba claro: o ciertamente había alucinado o la situación anterior era de lo más habitual.
Dejó pasar un tiempo, continuó desempeñando las funciones que le habían encomendado de la mejor forma que pudo, supo e imaginó, ya que su jefe estaba demasiado ocupado en las “cosas importantes” como para perder su valiosísimo tiempo en eso llamado COMUNICACIÓN INTERNA.
A esta situación le siguieron palabras malsonantes, salpicadas de insultos y descalificaciones. Y lo peor era que no se trataba de algo puntual, que se le pudiera achacar a un enajenado, era la práctica habitual de la totalidad de los directivos se esa ejemplar multinacional.
Fue en esos momentos en los que echó de menos a esa otra empresa en la que había trabajado hasta entonces… No era una multinacional, no era líder del mercado, pero sus gestores y directivos sabían perfectamente que el equipo humano de una empresa es un pilar fundamental. De la misma forma que también lo es mantener unas relaciones profesionales fluidas con su equipo, informar a la plantilla de lo que en la empresa acontece, saber que un empleado es un potencial portavoz, voluntario o involuntario de la compañía, y que la imagen que ofrece cualquier empresa se proyecta tanto a través de las acciones y omisiones de la alta dirección como del último empleado.
Tras una intensa reflexión con su esposa, decidieron conjuntamente, seis meses después de incorporase que por su propia salud mental, sus relaciones personales y rigor profesional debía abandonar esa multinacional.
Al terminar su relato, le pregunté si no tenían intranet y me dijo que sí, pero que a la mayor parte de los contenidos sólo tenía acceso la alta dirección; le pregunte si no celebraban convenciones anuales, mensuales o trimestrales y me dijo que sí, pero que los convocados eran la alta dirección y “sus elegidos”; pregunté también si no recibían ningún tipo de comunicación por parte de la empresa y me dijo que sí, que junto con la nómina les entregaban información relativa a la ruta de autobuses de la empresa o a los vales de comida.
En definitiva, un despropósito, no sólo por la ausencia de la estrategia de comunicación interna, sino por las consecuencias que puede tener para su imagen externa. Para muestra este artículo… suerte que en este caso, la lealtad a la persona que contó esto en un foro más o menos reducido, haya hecho que el nombre de esta multinacional no se mencione.