CLARÍN-IECO, 16/10/2011.- Nadie lleva un barco a buen puerto si no conoce el rumbo. La comunicación interna es básica para marcar ese rumbo y fijar el destino. Los empleados son un público esencial para una compañía.
Los gerentes empresariales, cuando de comunicar con algún público se trata, dirigen su mirada, sobre todo y en primer lugar, a los clientes. Entienden, con buen criterio, que el objetivo número uno de una compañía en su camino de generar valor para el accionista o propietario es vender sus productos y servicios y, por lo tanto, comunicarse con el cliente es lo más importante.
Muchas veces esa es una mirada excluyente o única y esos directivos olvidan comunicarse con otros públicos absolutamente esenciales, como los propios empleados.
La comunicación interna en una empresa es fundamental. Primero, porque no se pueden hacer productos ni prestar servicios sin contar con el trabajo y la dedicación de los empleados; ellos son materia prima fundamental en el devenir de cualquier empresa. Su trabajo eficaz depende en gran parte de la motivación. Nadie lleva un barco a buen puerto si no conoce el rumbo que marca el patrón y la comunicación es básica para marcar ese rumbo y fijar el destino.
En segundo lugar, los empleados, en ocasiones, son también clientes o accionistas de la compañía. Por tanto, la comunicación es permeable y no se puede gestionar mediante departamentos estancos o cerrados.
Y, en tercer lugar, el empleado es un vocero creíble, tal vez el más creíble en la comunicación externa y la generación de marca de una compañía. Cuando acudimos a la oficina de un banco, por ejemplo, la manera de atendernos del empleado de la ventanilla comunica más acerca de ese banco que muchas pautas publicitarias.
La comunicación no es un fin en sí misma. La empresa quiere contar con una plantilla motivada, generar orgullo de pertenencia, fomentar el trabajo en equipo, crear valores corporativos, estimular a la fuerza de ventas para vender más, mejorar la calidad… Para lograrlo, la comunicación interna es un instrumento imprescindible.
Las nuevas herramientas 2.0 aportan una capacidad de comunicación de la que las compañías nunca habían disfrutado. Pero la esencia sigue siendo la misma: un emisor, un mensaje, un receptor, una respuesta y un diálogo.
Lo esencial para logar el éxito también sigue siendo que el receptor entienda el mensaje y éste lo motive: que comparta y no rechace lo que su empresa le cuenta. Siendo la esencia la misma, ahora tenemos medios a nuestro alcance que nos permiten una difusión más universal e inmediata y que favorecen el diálogo y el debate.
Son instrumentos que facilitan la comunicación mejor entendida, la que tiene carácter bidireccional, frente a la que anulaba la posibilidad de crítica y se convertía en propaganda. En el nuevo escenario 2.0, el empresario tiene que estar más abierto al diálogo con sus empleados y a la crítica; y saber aprovecharlos para hacer llegar sus mensajes a la plantilla eficazmente y con mayor credibilidad.
La comunicación no debe delegarse exclusivamente en los profesionales del área. La dirección debe estar involucrada en la tarea de comunicar. Y en la comunicación con los trabajadores, los responsables de RR. HH. están plenamente involucrados. Pero no solo ellos. Todos los directivos deben tener entre sus tareas, entre sus objetivos, comunicarse más y mejor. No es suficiente que el líder comunique. El resto del equipo tiene que comprometerse, unificar mensajes y capacitarse.
Los clientes son y serán siempre la gran estrella de la “película” que filma con su actividad cualquier empresa. Pero los empleados son mucho más que un actor secundario. Tienen un papel coprotagónico. No lo olvidemos si queremos que el “estreno” de cada día sea un éxito de crítica y público.