“Piensa en global, actúan en local” es un principio que resume hoy la forma de hacer negocios. Pero, ¿es replicable esta fórmula en el ámbito de la Comunicación? Las grandes compañías, todopoderosas operadoras de telefonía por ejemplo, centran sus esfuerzos en una comunicación global, homogénea, respetando siempre las particularidades, cuentan. Pero ¿qué mensajes hacen llegar a sus clientes individuales, a aquellos que mes a mes tienen que enfrentarse a sus facturas? El mismo que a un universo global, sin nombre, sin personalidad.
Vertebrados sobre un eje de Comunicación, diseñemos trajes a medida para las personas, para los usuarios individuales y establezcamos un diálogo interactivo (¿hablamos?, ¿escuchamos?) con cada uno de nuestros clientes, en función de sus necesidades. En Comunicación, no sirve el “café para todos”, hay quien lo quiere solo, con leche –ya sea entera, semidesnatada, desnatada, de soja-, cortado, con azúcar, con sacarina… o con nata. Por no hablar de animar el café con una pizca de canela, vainilla, chocolate…
