El Periódico de la Publicidad, 25/11/2011.- La resistencia al cambio ha sido tradicionalmente un caballo de batalla de las organizaciones y/o los gestores más avezados y dispuestos a afrontar retos y asumir que el mundo no es estático y que o se avanza o el futuro no existe.
A día de hoy, es frecuente escuchar como directivos de compañías relevantes a escala mundial afirman sin pudor que las empresas para las que trabajan no están preparadas para asumir los cambios que la gestión activa de la web 2.0 implica.
Aducen argumentos tales como que una vez que entras en ese “circo” es imposible controlar lo que van a decir de ti; que el flujo, atomización y difusión de lo que se cuenta se escapa a la capacidad de gestión de cualquiera; que el efecto amplificador de la web 2.0 y, en concreto, de las redes sociales es incalculable, y otras muchas afirmaciones no exentas totalmente de razón.
Pero no por ello hemos de considerarlas aceptables en el mundo digital en el que nos movemos. Decir que no participar activamente en la web 2.0 es sinónimo de estar blindado a críticas e incluso ataques a nuestra buena “Reputación” es simplemente mentira. La política del avestruz no da resultado.
Es sabido, y así lo afirman psicólogos y pedagogos, que la resistencia al cambio se vence con información. Y en el caso de las organizaciones, ésta viene de la mano de la comunicación interna y la formación.
Si consiguiéramos hacer llegar a las organizaciones la información y formación suficiente sobre el uso, las ventajas y, también, porque no decirlo, los riesgos existentes en la web 2.0, éstas verían abrirse ante sí un abanico de posibilidades que, hasta el momento, pocos están explotando. Las vertientes a explorar son diversas y los beneficios a obtener de muy diversa índole.
En el ámbito interno, la web 2.0 actúa como dinamizador de la transmisión del conocimiento, sirve para agilizar procesos de trabajo que mejoran la eficiencia y competitividad. Contribuye a fomentar la creatividad y liderazgo entre empleados que pueden intercambiar ideas a través de la red. Las redes sociales pueden servir de motor motivador en las escalas profesionales, abriendo la posibilidad de que cualquier trabajador pueda ser escuchado: un becario puede destacar por sus ideas frente a un director general.
Pero claro, siempre hay detractores, aquellos que por miedo desconocen las posibilidades que estas herramientas abren ante sí, o, los peores, aquellos que conociéndolas se ven amenazados y las rechazan por conveniencia personal. Por suerte o por desgracia, estos últimos terminan formando parte del porcentaje de exclusión, el grupo acaba dejándolos fuera del proyecto.
En el escenario externo, la gestión de la Web 2.0 ofrece aún mayores posibilidades. Pero quizá merece la pena abrir un paréntesis para aclarar que antes de lanzarse a la Web 2.0, como en cualquier ámbito de la gestión, ha de conocerse en qué punto nos encontramos.
De la misma forma que cuando una empresa se plantea la posibilidad de comprar otra compañía, nunca lo haría sin llevar a cabo una due diligence previa, ninguna organización debería lanzarse a la Red sin red, es decir, sin un diagnóstico eficaz y veraz de lo que se dice de su organización, de si lo que se dice se ajusta a lo que es realmente, de su verdadero posicionamiento, etc.
Una vez superada la fase de diagnóstico, en la que ya sabremos quienes somos, cómo se nos ve y cuál es nuestro posicionamiento, viene la difícil tarea de casar los objetivos empresariales con las verdaderas posibilidades que ofrece la web 2.0. Porque seamos realistas, la web 2.0 no ofrece las mismas oportunidades para todas las organizaciones, ni todas éstas tienen las mismas necesidades. El café para todos no existe.
Ahora sí, ya podemos explorar la Web 2.0. Sin entrar en el análisis pormenorizado de cada uno de los canales, medios, o plataformas se puede afirmar que la Web 2.0 permite la interacción directa con clientes, potenciales clientes, usuarios, prescriptores, líderes de opinión y en definitiva con todos nuestros los stakeholders. A esto hay que añadir que la Web2.0 ha destruido los auditorios mudos, si alguna vez existieron, cualquiera puede hacerse oír, y lo que digan puede impactar directamente en la imagen y la reputación de las organizaciones.
Es frecuente escuchar dentro de las organizaciones voces que, teniendo claro todo lo anterior, se plantean la rentabilidad de desarrollar estrategias, acciones o poner en marcha equipos específicos. Efectivamente puede que el retorno de la inversión no se perciba de forma inmediata. Puede que no sea posible medir cuántos nuevos clientes consigue una empresa gracias a su presencia en la Web 2.0. Puede que tampoco sea valorable el efecto positivo sobre su imagen pública. Pero, tengan en cuenta que la NO gestión también tiene un precio que impacta directamente sobre la cuenta de resultados de Reputación y que una vez que ésta ha entrado en pérdidas es muy difícil de recuperar. Desarrollemos estrategias Open Mind y miremos más allá de lo obvio y del aquí y ahora.