El que esto escribe se dedica a la comunicación desde la época en que se mandaban las notas de prensa por fax, copia a copia (los faxes programables con múltiples destinos eran un lujo aún), y se desconocía el resultado de cada acción hasta que no amanecía un nuevo día.
Recuerdo que, a la mañana siguiente del lanzamiento de un comunicado, me levantaba temprano para adelantarme al director de una oficina bancaria con el que competía por el único ejemplar de Expansión que vendía el quiosco de mi barrio. Con el corazón en un puño, abría las páginas salmón del diario tratando de hallar ese breve que justificaba unos honorarios siempre escasos.
“Oiga usted, mire si le salimos rentables que si tradujera a espacio publicitario la superficie ocupada en papel por esta información su gasto total hubiera sido de…”. Este argumento se podía hacer todo lo complejo que se quisiera hasta llegar al punto de sumar, no ya las informaciones completas dedicadas a una empresa, sino las menciones a ella dentro de una información global del sector. O sea, que si el artículo ocupaba un área de x centímetros y la mención a la marca del cliente x/150, la cantidad a sumar era…Puf, ¿qué lío, no?.
Y luego llegó internet y la dificultad para medir se hizo aún mayor: ¿asignamos a cada información el valor de un banner?, ¿es lo mismo una información de agencia reproducida en una web que una noticia redactada originalmente por un medio?, ¿cuántas veces contabilizamos el teletipo de la agencia replicado en distintos soportes?.
Quizás esto suene ridículo pero siempre ha sido uno de las mayores cuitas del comunicador: tratar de definir con criterios contables su labor con intangibles. Porque nosotros hemos sido siempre tan honestos – o tan tontos, que vaya usted a saber- que hemos reconocido ante clientes externos o internos el carácter difícilmente medible de los resultados de nuestra actividad. Hablamos de reputación, credibilidad, afinidad, simpatía, imagen, valores… Conceptos muy etéreos para un mundo regido por esas nuevas tablas de la ley en formato “Excel”, y más en estos tiempos de estrecheces presupuestarias y fugaz digitalismo.
Y es precisamente esta etapa de crisis económica global la que acude en ayuda del pobre comunicador, a menudo balbuceante a la hora de justificar sus ingresos. Hasta que Lemman Brothers cayó, cual primera ficha de dominó, sobre el cúmulo de frágiles relaciones financieras basadas en la mentira que tejían nuestro sistema económico, pensamos que los chicos de las finanzas eran infalibles.
Hasta entonces, estos profesionales, a menudo formados en las más prestigiosas escuelas de negocio internacionales, nos parecían gente muy sería ante la que debíamos doblar nuestro frágil espinazo formado por vértebras de percepciones. 2+2=4 y no había nada más que hablar.
Pero hete aquí que la realidad es compleja y tan poco sólida como las propias estructuras subatómicas que la dan forma. Nuestro mundo, diseñado por los apóstoles del Plan General de Contabilidad, se muestra hoy más sujeto a las leyes de la física cuántica que al ordenado universo imaginado por Newton o Einstein. Y es el manejo eficiente de situaciones caóticas, impregnadas de incertidumbre, una de las grandes características que distingue al buen profesional de la comunicación.
Por ello creo que la crisis abre nuevas oportunidades a los comunicadores, especialistas en definir lo impreciso, en confinar lo evanescente. Colombófilos expertos en hacer llegar, a un destino apenas insinuado en un mapa, a palomas mensajeras con un mensaje de futuro en su pico. Una rama de olivo que anuncie el fin del chaparrón.
En sus torres de cristal, otros seguirán elaborando gráficos de barras para apuntalar estructuras al borde del derribo, pero los comunicadores debemos seguir esculpiendo sueños en un mundo necesitado de ellos. Es nuestro momento. Al fin y al cabo, por mucho que nos equivoquemos, no creo que podamos hacerlo más que los que nunca yerran. Los que siguen arando una tierra que ya no es tierra, sino mar.
Ps: Sirvan estas líneas como humilde homenaje a mi profesor de matemáticas Don Pedro Anacabe que, en 8º curso de la extinta E.G.B, demostró que 2 y 2 no necesariamente tenían que sumar 4, a una audiencia de niños estupefactos. Nunca he sabido cómo hizo ese truco, pero creo que fue la mejor de sus enseñanzas. Y quizás por su culpa hoy me dedique a la profesión de comunicador.
@dmartinezpr
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Felicidades por el artículo David. Quien piense que en Comunicación 2+2 son siempre 4. Son muchas las veces que las empresas para las que trabajamos nos han hecho la pregunta de cómo repercute nuestro trabajo en la cuenta de resultados. La respuesta está en tu artículo.
Suscribo plenamente tu reflexión David, no es cierto eso de que tanto es tu clipping, tanto vale tu trabano, los que nos dedicamos a esto de comunicar llevamos años tratando de explicar que los resultados no deben medirse al peso.
¡Oh! Esos momentos de aparatos de fax colapsados en todos los departamentos de la compañía, cuando los de prensa lanzábamos una nota. Éramos como una secta, creo que nos odiaban un poco.
Yo siempre desconfié de esos cálculos que traducían cm. de noticia a coste de la publicidad, con argumentos -que aún hoy defiendo- como que es más valioso ese cm. de noticia que ha pasado el filtro de un periodista que ha decidido que es importante y verdadero como para publicarlo. Una publicidad en cambio siempre sería tendenciosa.
Refleja, punto por punto, lo que siempre he sentido por esta profesión y lo que he defendido y sigo defendiendo. Gracias, David
Estupenda reflexión enhorabuena
Nuevamente, enhorabuena por este nuevo artículo. Como casi siempre, no puedo estar más de acuerdo.
Saludos.
Siempre he querido a esta profesión y cada vez quiero más a sus profesionales :-)). En serio, gracias por los comentarios vertidos aquí y en redes sociales que me hacen pensar que hice bien en dejar a un lado el pudor que siempre siento a la hora de opinar sobre el mundo de la comunicación, cuando hay ya tantos y tan buenos profesionales haciéndolo. Un lujo además aparecer en un soporte como éste, que pertenece a una de las grandes compañías del sector, punta de lanza de la profesión en España.
La salud me mantiene un tanto desconectado de las cosas profesionales, pero el breve retraso en leer tu artículo, David, no hace que sea menos satisfactorio degustarlo. En plan gladiador, los que hemos peleado hasta la muerte porque una acción de RR. con los Medios no se mida en centímetros cuadrados que ocupa en impresa o en segundos en audiovisuales, te saludamos.
(Qué hermoso el recuerdo a tu profe)