Lo más apasionante del Vaticano por su relación con el mundo de la Comunicación, ha sido la capacidad para mantener en secreto, sin ninguna filtración, las deliberaciones del Cónclave. Es inaudito que en el siglo XXI, cuando la información es el paradigma del avance tecnológico, la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo Pontífice, haya sido una sorpresa para todos.
En la era de los smartphones, con miles de periodistas de todo el mundo, siguiendo la impresionante ceremonia que reúne a casi doscientos electores directos y millones de comentarios sobre la persona que iba a sustituir a Benedicto XVI, la Comunicación interna ha funcionado a la perfección, manteniendo el silencio en torno a una de las ceremonias más seguidas en el mundo, sean fieles de la Iglesia Católica o no.
Ya pueden aprender las empresas de ésta lección magistral donde se conjugan habilidad, disciplina, respeto y algo que es clave para las instituciones en general: el orgullo de pertenencia. Viendo a la gaviota posada en la chimenea que anuncia con la fumata blanca el Habemus Papam, pensé que podía ser un nuevo invento para “filtrar” la noticia. En realidad, lo que anunciaba, y no lo supimos interpretar, era el nombre que adoptaría el Papa: Francisco, por San Francisco de Asís.
En la Comunicación interna está la base de la externa, porque son los empleados, sea cual sea su rango, portavoces privilegiados que difunden la imagen de una empresa o institución con la credibilidad necesaria para que el mensaje sea recibido positivamente, pero en demasiadas ocasiones lo olvidamos. El proceso es bien sencillo y complicado a la vez: el silencio crea expectación; la disciplina, fortaleza y el mensaje, efecto. Qué sencillo. Aprendamos.
Pilar Lladó, directora.
@pilarllado
