Se ha popularizado recientemente en el lenguaje político y, consecuentemente, en los Medios de Comunicación, a veces hasta la saturación, la expresión “el diablo está en los detalles” (the devil remains in the details o the devil is in the details en su original en inglés) para significar cómo a veces lo más importante reside en lo aparentemente más insignificante, en los pormenores más que en la sustancia nuclear, sea el tratado político que tan trabajosamente se ha negociado o la polémica norma que ha urdido el gobierno de turno.
Dejando al diablo fuera de este manido adagio, los que nos dedicamos a Comunicación somos conscientes de la importancia del detalle, de los aspectos menudos o secundarios, que aparentemente pasan desapercibidos, pero que son los que realmente distinguen. Esos pormenores, vestidos de topónimo, le han costado un disgusto a la cadena de grandes almacenes británica John Lewis. Un globo terráqueo que se vendía en uno de sus almacenes en Londres y en el que las islas Falkland, en el Atlántico Sur, aparecían rotuladas con su denominación argentina, islas Malvinas, ha generado una polémica entre los veteranos de guerra que participaron hace más de 30 años en el conflicto armado que por la soberanía de este archipiélago enfrentó a Argentina y al Reino Unido.
Las disculpas del atribulado departamento de Comunicación y Relaciones Públicas de John Lewis, que atribuyó este sonoro fiasco a una partida defectuosa que por error no contenía el topónimo en inglés que sí que figuraba en el modelo original remitido al proveedor indio para su fabricación, no han bastado para calmar los ánimos de los ex combatientes británicos.
La anécdota, que evidencia la importancia de algo aparentemente tan insignificante como un pequeño topónimo, ilustra también perfectamente otro axioma del ámbito comunicativo: que todo, absolutamente todo, comunica, aunque sea un pequeño globo terráqueo arrumbado en el expositor de un comercio.
Por Adolfo Lázaro, consultor sénior de Estudio de Comunicación España.
Foto: xornalcerto