Un comunicador en su día a día se encuentra en no pocas ocasiones en situaciones en las que tiene que plantarse y decirle a sus superiores, clientes y en definitiva a todos aquellos a quienes reporta, que «eso no lo podemos contar así». Y es que en Comunicación pasa un poco como en el fútbol, donde todos opinan y cualquiera, sin lugar a dudas, lo hubiera hecho y dicho mucho mejor.
Lo cierto es que cuando lo que queremos transmitir no se hace de la manera apropiada, ya sea porque por exigencias del guión debe ejecutarse apresuradamente o porque, dada la naturaleza del acontecimiento, no puede encajarse en una estrategia de Comunicación acordada y aprobada previamente, no tendremos las manos libres para actuar como es debido y dar a conocer nuestro asunto eficazmente para nuestra organización.
En este escenario puede ocurrir que lo que estamos contando, aunque sea beneficioso para nuestra entidad, si no logramos transmitirlo debidamente, corra el riesgo de volverse contra nosotros, pues los medios no son organizaciones caritativas dedicadas a amplificar nuestros logros y siempre intentarán buscarle el ángulo más polémico porque es el que más vende.
También puede ocurrir lo que es aún mucho peor, que nuestro acontecimiento pase totalmente desapercibido sin pena ni gloria. Las bandejas de entrada del correo de los compañeros en las redacciones están abarrotadas de notas de prensa con hitos importantísimos para las entidades que los comunican, pero que por una u otra razón no consiguieron pasar el filtro de lo importante o interesante y cayeron en ese olvido con símbolo de papelera en nuestro ordenador.
Y si lo que tenemos que transmitir es además polémico, tenemos todas las papeletas para que la «bomba comunicativa» nos explote en las manos al manipularla. De estallidos de este calibre saben bastante en el gabinete de prensa del Ministerio de Educación, a cuyos miembros, profesionales expertos que comprendo y respeto y desde luego no envidio por los últimos amargos cálices que les ha tocado beber.
El asunto de las becas Erasmus es un buen ejemplo de cómo no se deben contar las cosas. No es bueno para la información cuando en una búsqueda retrospectiva nos topamos en la hemeroteca con más frecuencia de la habitual con los sustantivos «error» y «rectificación». Ni tampoco es una buena señal cuando vemos que se ha dedicado más espacio a hablar sobre el malentendido que se ha generado que sobre el propio asunto que provocó dicho malentendido.
Mucho se ha escrito sobre este ya famoso caso y no es mi intención echar más leña al fuego al polemizar sobre el mismo en el espacio de este blog, pero no puedo evitar preguntarme si el resultado hubiera sido el mismo de haberse abordado correctamente la Comunicación y lo que por encima de todo queda claro es que no basta con contar las cosas, sino que además hay que hacerlo bien.
Por Ana Pereira, consultora sénior de Estudio de Comunicación. España.
@anabepereira