Hace poco leía una noticia en Expansión que reflejaba los datos del estudio RepTrak 100 que elabora Reputation Institute sobre las empresas con mejor reputación mundial. Las tres principales compañías que ocupan la pole position son Rolex, Lego y Walt Disney. No entro a juzgar aquí la metodología y rigor del estudio, aunque he de confesar que creo que la lista de compañías que se presenta en el estudio en España no serían las empresas más reputadas para el conjunto de la población y tengo mis dudas si alguna de ellas es tan notoria y reputada a nivel mundial y en países de, por ejemplo, África o Asia. Pero he de decir que me confieso seguidor de la trayectoria y productos de las tres marcas.
Un dato que no sorprende, es que el ranking nos muestra que siete de los diez primeros puestos están copados por empresas de consumo. Esto se explica en que el propio estudio recoge el sentimiento que una marca genera entre los consumidores, con lo que las marcas de consumo, mucho más cercanas a la mente y el día a día de las personas, tienen un mayor impacto y una mayor interacción con el individuo.
Ahora bien, es importante destacar que las compañías más reputadas responden a un patrón en común: un definido discurso de marca, es decir, lo que llamamos personalidad de marca. Es fácil asociar a Rolex con el lujo y la clase, a Lego con la creatividad o Walt Disney con la magia e ilusión. La forma de comunicar de estas compañías, en todos los niveles de su organización y hacia el exterior, sigue la línea marcada por su personalidad de marca, proyectando unas características emocionales y asociativas conectadas a la empresa y que crean fuertes vínculos con sus públicos.
Conseguir una comunicación que refleje una personalidad de marca es un proceso lento, que engloba a toda la compañía y que debe estar alienada con la cultura corporativa de la empresa – uno no puede vender que es bajo y rubio cuando es alto y moreno – pero que supone un factor diferencial a la hora de diferenciar a las empresas. Un trabajo que precisa de una auditoria previa que ponga en común los objetivos en imagen y comunicación de la empresa y descubra los factores por los que más valoran sus públicos (empleados, clientes, proveedores, inversores, etc.) la compañía.
En definitiva, no es de extrañar que las compañías más reputadas sean aquellas con mayor personalidad de marca, ya que, al fin y al cabo, es una de las formas más potentes de diferenciación.
Por Pedro Soto, consultor de Estudio de Comunicación España
@pedrosotoft