Nos aproximamos al final de año y con él la comida o copa juntos. Quizás alguno piense: “Otro más, más o menos parecido al anterior”. Momento del «austero” cocktail navideño o del amargo o dulce discurso para evaluar los logros del año. Discursos previsibles; algunos de reconocimiento; otros de nostalgia; quizás algunos paternales, otros estimulantes. Sin duda, una oportunidad para liderar.
Quizás este es un excelente momento para plantearnos qué cosas diferentes podemos decir y hacer; qué energía somos capaces de obtener de los demás si replicamos un discurso semejante año tras año; qué ejemplo transmitimos si así lo hacemos,…
El fin de año es un hito del calendario reconocido por todos. Hacer balance supone mostrar cómo el líder interpreta lo que ha pasado y lo que tenemos por delante. Un momento apropiado para influir y liderar; un momento con especial trascendencia cultural, si así lo queremos.
Por tanto, es un buen momento de liderazgo: un momento para aprender de lo hecho y para marcar rumbo. Un momento en el que la vida de la organización y la de cada uno (la mía; la nuestra) confluyen para revisar lo hecho y lanzarnos hacia delante, con más o menos energía. Si dirigimos un equipo, por pequeño que sea, tenemos relevancia para ellos y deberíamos ver el cierre del año como esa oportunidad de pedirNOS darNOS un momento al que podemos dar sentido a nuestro proyecto: cómo hacemos aquí las cosas y cómo queremos hacerlas para sentirnos más… comprometidos, ilusionados, orgullosos,…
Haz un año distinto también con tus palabras. Escribe tu discurso de fin de año pensando en lo que quieres construir con los demás y en la energía que quieres generar. Y en todo caso… que el nuevo año te permita hacerlo realidad.
Por Concha Gómez, Directora del Área de Comunicación Interna en Estudio de Comunicación.
@Concha_Gomez