Todos, en tiempo de crisis, somos responsables de la información que compartimos en nuestros círculos sociales, grupos familiares, entornos laborales, académicos, o de cualquier índole.
Desde el pasado 14 de marzo, cuando el Gobierno español público el Real Decreto 463/2020, por el que se declara el estado de Alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19, nos hemos topado con una epidemia casi tan peligrosa que se propaga tan rápido como el Covid-19: la de la información falsa.
La era digital no sólo ha cambiado el paradigma informativo, sino que también ha provocado que cualquier persona pueda dar publicidad a todo tipo de afirmaciones, verdaderas o no. Hoy la crisis se llama Covid-19, pero ya vimos la repercusión de las fake news con la enfermedad de las vacas locas en el 2000, la gripe aviar en 2005, la gripe A en el 2009 o con el virus del Ébola en 2014. Asistimos a un momento de ruido, generado en gran parte por las noticias de la crisis, donde es muy difícil que se escuchen los mensajes positivos.
La desinformación en tiempos de crisis puede propagar la paranoia, el miedo y la estigmatización e impactar de forma muy directa en la seguridad y el bienestar de las personas. Un estudio publicado en la revista Science demuestra que las fake news se propagan más rápido, de forma más profunda y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información. Para comprender cómo se propagan las noticias falsas, Soroush Vosoughi utilizó un conjunto de datos de rumores en Twitter entre los años 2006 y 2017. Alrededor de 126.000 rumores fueron difundidos por 3 millones de personas. Las noticias falsas llegaron a más personas que la verdad. Si a estos resultados de difusión viral le añadimos el factor crisis sanitaria, el miedo generado por el desconocimiento, la incertidumbre y el no saber: ¿qué nos queda? El resultado es una difusión mayor de la epidemia de la información falsa porque ante una noticia que genera miedo, es más fácil que se tome la decisión de atenderla. El miedo o, más bien la incertidumbre sobre qué sucederá, está en el origen del comportamiento impulsivo. En esta línea, el estudio de Science afirma que, si las noticias falsas se aprovechan de emociones como el miedo, el asco o la sorpresa, tienen más probabilidades de ser compartidas.
En situaciones de crisis y ante la duda de la legitimidad de la información que estamos consumiendo es muy importante recordar la importancia de acudir a fuentes fiables para estar bien informados. Esta es la única manera de hacer frente a las fake news y vencer la batalla a la epidemia de la información falsa. Atender a rumores, archivos de audio y vídeos sin procedencia identificada y compartida en redes sociales y aplicaciones de mensajería y centrar la conversación continua en la evolución de la crisis del Covid-19 contribuye a llenarnos de preocupación. De hecho, según un informe realizado por Estudio de Comunicación, el 37, 4% de los encuestados admitieron haber compartido noticias falsas de manera inconsciente. Hay que atender solo a expertos, medios solventes y fuentes fiables. Entre las más destacadas, se encuentran las fuentes oficiales, fuentes institucionales y las de agencias de noticias.
Por último, cabe resaltar que comunicar en tiempo de crisis es saber que cualquier palabra que emitamos con el objetivo o no de generar opinión puede afectar o impactar al bienestar social y puede expandirse de forma viral. Por tanto, la responsabilidad de subsanar el miedo que circula en el ambiente es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros especialmente de los que nos dedicamos a la comunicación.
Por Esther Almendros, consultora sénior de Estudio de Comunicación.