Ya lo dijeron en los 80 Herb Schmertz y William Novak en su mítica obra “El silencio no es rentable”. Y parece que el silencio le está pasando factura a la vicepresidenta del Gobierno norteamericano, Kamala Harris. La primera mujer en ocupar el cargo y la funcionaria electa de más alto rango en la historia de los Estados Unidos vive sus horas más bajas de popularidad. Entre otras cuestiones, y según un artículo publicado en El País, desde el pasado el 24 de agosto la vicepresidenta de EEUU “no se ha referido públicamente a la terrible situación que vive Afganistán, salvo algunos tuits para apoyar los mensajes de Biden”. Es más, según el artículo, “las feministas aún esperan conocer su posición sobre la situación de las mujeres afganas que ahora viven bajo el control talibán”.
La difícil situación que vive Afganistán, con las duras imágenes que continuamos viendo, ha generado una crisis en toda regla para la política exterior del gobierno de Biden. Y, a tenor de los datos, también una crisis de comunicación. La desaprobación de Kamala Harris “roza el 50% y la aprobación llega al 43,5%, según la plataforma YouGov America, dando la vuelta a las cifras que registraba cuando se convirtió en la primera mujer vicepresidenta del país”. Y es que ante situaciones de crisis, mucho más que en circunstancias normales, los silencios también comunican. Porque queramos o no, las empresas, las instituciones y las personas comunicamos incluso con nuestros silencios. En @EstComunicacion la experiencia nos ha demostrado que en comunicación de crisis no es bueno hablar hoy y callar para siempre, así como que solo si estamos dispuestos a escuchar y contestar desde la prudencia, la humildad y el respeto podremos convencer y generar credibilidad. Máximas que en el vértigo de una crisis contribuyen a minimizar el daño reputacional y de imagen que suele producirse.
Por Charo Gómez, socia de Estudio de Comunicación
@CharoGmez1
