La expresión «de toda crisis nace una oportunidad», que todos conocemos y alguna vez hemos usado, se ha convertido en una especie de mantra. En los últimos tres años hemos sufrido casi todo tipo de crisis, predecibles e impredecibles. Son precisamente estas últimas las que más tiempo, esfuerzos y recursos están demandando. Si bien, es cada vez menos frecuente encontrar organizaciones que no cuenten con un mapeo de sus riesgos, sí suele ser más habitual que estas mismas organizaciones no tengan identificados mecanismos de gestión de las crisis en materia de Comunicación y reputación.
Si tuviéramos que buscar una causa de origen, podría ser la falta de consideración de la Comunicación como algo transversal en la gestión empresarial. A casi nadie se le olvida «llamar a la puerta» de Comunicación para solicitar ayuda en la promoción de un nuevo producto o servicio o para trasladar a los distintos públicos objetivo la nueva estrategia. Y ese es el problema, utilizar la Comunicación como «el comodín del público». La Comunicación debería considerarse intrínseca a la propia gestión y emanar de los consejos de administración.
Los ejercicios 2020, 2021 y 2022 están siendo un baño de realidad. La Comunicación ha sido clave para la gestión de la crisis sanitaria provocada por la pandemia. Y lo mismo está ocurriendo con la invasión de Rusia a Ucrania, tanto desde las instituciones como desde las organizaciones. Todos somos conscientes de que las guerras del siglo XXI nada tienen que ver con cualquier otra que podamos considerar. Nos enfrentamos a una guerra cuyas consecuencias apenas podemos saber su alcance: humanitaria, caídas generalizadas en las bolsas, falta de suministros, ataques cibernéticos localizados o a gran escala…
Lo que nos queda por ver, volviendo al inicio de este texto, es cuáles son esas oportunidades que supuestamente han nacido de estas crisis. Desde el punto de vista exclusivamente de la Comunicación, estas situaciones nos están ofreciendo la posibilidad de mostrar de lo que somos capaces. Es el momento de mostrar nuestra eficiencia en RSC, en ver si los tan nombrados ODS nos importan o si simplemente nos sirven para incluirlos en las memorias de sostenibilidad. Si de verdad cumplimos los criterios ASG (ESG por sus siglas en ingles). Y lo más importante, si la Comunicación está siendo una herramienta verdaderamente útil para que nuestros stakeholders nos conozcan y tengan una «fotografía» veraz de nuestras organizaciones.
Por Juana Pulido, socia en Estudio de Comunicación