LinkedIn – Benito Berceruelo, CEO de Estudio de Comunicación.
En cualquier vagón de tren, metro o autobús la escena se repite: los viajeros de un lado y del otro, en los andenes, en las estaciones…prácticamente todas las personas, están mirando su teléfono móvil. Los que van solos y los que van en pareja, también los que van en grupo. Casi todos nos hemos acostumbrado a caminar chateando, a cruzar un semáforo mandando un wasap, a vivir sin despegar la vista de nuestro teléfono inteligente. Vemos videos de entretenimiento, nos informamos, buscamos pareja o demostramos a nuestros amigos en redes sociales lo felices que somos y lo bien que nos va en la vida.
El móvil se ha convertido en los últimos años en nuestro modo de pago, nuestro guía -tanto andando como en el coche-, nuestro despertador, nuestra cámara de fotos, nuestro vídeo, nuestro equipo de música… y también nuestro canal para informarnos. El de prácticamente todos los habitantes del mundo. En las tribus más remotas de África o en las montañas más altas del Tíbet los habitantes de este planeta, de todas las razas, escudriñan el móvil a todas horas del día.
En ese escenario, que de manera vertiginosa se ha acelerado en los últimos diez años, la información que recibimos los ciudadanos se ha ido haciendo más superficial, más audiovisual, más corta y más sometida a posibles engaños y noticias falsas. Los consumidores de información asistimos indefensos a manipulaciones electorales, guerras comerciales y batallas políticas. Cuando no a timos y estafas online, a empresas y personas, incluso a las que supuestamente cuentan con los sistemas de protección más costosos y sofisticados.
Por todo ello, los medios tradicionales, aquellos que tienen un editor responsable, un director al frente, que están gestionados y elaborados por profesionales, que responden de sus actos ante la justicia si comenten algún tipo de desatino, son cada día más necesarios. Medios que, informen en el soporte que sea, constituyen el contrapeso necesario a esos otros panfletos que nos inundan de información manipulada, sin origen identificado y en los que muchas veces se esconden intereses ocultos detrás de la urgencia que tiene el ser humano actual de consumir noticias de usar y tirar.
Esos medios “tradicionales”, algunos de ellos en versión sólo online, se han convertido en verdaderos héroes de papel, que luchan por conservar lo mejor del periodismo y por continuar informando al ciudadano con la vocación de servir a la sociedad y no de servirse de ella. Seguro que también estos medios tienen defectos y carencias, que cometen errores y que son mejorables, pero son casi una especie en extinción y, como a las especies naturales que se están perdiendo, tenemos que protegerlos, porque de ellos depende nuestra información, nuestra cultura, nuestros valores, nuestro sistema democrático y nuestra libertad como ciudadanos.
A todos los profesionales que hacen cada día la prensa seria, la de toda la vida, la que tiene cara y ojos y marcas identificables, por favor, continuad haciendo lo que hacéis durante muchos años más. Que el desanimo no os lleve a tirar la toalla. Los ciudadanos en general y los profesionales que nos dedicamos a la comunicación empresarial os necesitamos.