Cuando la entrevista es un desastre

La comunicación de crisis es un ejercicio delicado, en el que las recetas que a priori pueden ser más adecuadas en un caso, no convienen para otro o, incluso, pueden ser contraproducentes. Los que nos dedicamos a la comunicación sabemos que no hay trajes ideales, e incluso, las tallas de estos pueden ajustar demasiado la figura de un personaje en unos casos, magnificando sus defectos; o sobrar en exceso, tapando sus virtudes en otros casos.

La reciente entrevista que concedió el Príncipe Andrés, el hijo de la soberana británica, a la BBC, en un intento por neutralizar o contrarrestar las acusaciones que pesan sobre él a raíz de su vinculación con el millonario y pedófilo Jeffey Epstein, ha sido calificada ya como uno de los mayores desastres de Relaciones Públicas que se recuerdan.

Acusado de estupro por una estadounidense, no solo el Príncipe Andrés alegó coartadas poco verosímiles para rechazar estas acusaciones, sino que exhibió una falta total de empatía con las víctimas de Epstein, cuyo comportamiento calificó de poco “edificante”. Teniendo en cuenta que múltiples testimonios avalan que Epstein fue un verdadero depredador sexual, el calificativo con el que el Duque de York se refirió al que durante tiempo fue su “amigo” o compañero de correrías deja bastante que desear.

Se desconoce hasta qué punto los asesores en comunicación del Príncipe Andrés estaban conformes con la decisión de conceder una entrevista en televisión para limpiar su atribulada imagen. Ni el formato ni la personalidad del Príncipe Andrés parecían los más adecuados para este cometido. Los argumentos y coartadas que presentó para desvincularse del escándalo parecían preparados por su mejor enemigo y provocaron primero incredulidad e irrisión y mofa generalizada posteriormente en las redes sociales.

Una entrevista en televisión puede ser idónea para presentar un firme alegato de defensa, pero la cámara es muy cruel, y las aristas que presenta el escándalo en el que está envuelto el aristócrata británico parecían predestinadas a enredarse, como así lo hicieron, en el hilo de las preguntas que con gran inteligencia y precisión devanó la entrevistadora Emily Maitlis.

El pasado polémico del Príncipe Andrés, su fama de arrogante y distante, y la gravedad de las acusaciones, debería haber desaconsejado el recurso a una entrevista, y máxime en televisión, y haber optado por otros caminos. Lo dicho: ¡no existen formulas universales! Y cada problema tiene una posible solución y no es fácil encontrarlas.

 

Por Adolfo Lázaro, consultor senior de Estudio de Comunicación España.

@alazaro_m

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