No es tan tonta la caja como la pintan ni tan inocua. Quien aparece en TV esposado, quien asoma por su pequeña pantalla a la puerta de un juzgado o de una audiencia deja de ser presunto. Su imagen queda para los telediarios, informativos de cualquier formato y aun para los programas de vísceras y casquería, perdón, quería decir del «espíritu rosa», definitivamente presa, firmemente condenada, pase lo que pase en los tribunales. Es el escarnio televisivo, la venganza en la moderna plaza pública, inevitable e irreversible, es la pena digital. En esta materia, la presunción de inocencia todavía no está ni siquiera en fase analógica. Ejemplos en este país y en otros muchos, a centenares.
Parece que ahora cae alguien en la cuenta de una realidad que lleva mucho tiempo siendo, tristemente, cotidiana. Debe ser por que los recientes arrestados vistos con esposas en televisión son políticos en su gran mayoría. ¡Nada menos que políticos! Denigrante, dicen los más; ejemplarizante, algún vocalista aficionado a dar la nota.
Cierto que algún delincuente condenado judicialmente ha hecho hasta una corta carrera cinematográfica gracias a la fama conseguida en la pantalla más pequeña. Pero eso es para desarraigados, porque quienes afirman sus raíces en la política, es decir, en la cosa pública, tienen menos afán por este tipo de gloria. Tampoco lo tienen quienes dirigen o gestionan empresas ni, en general, quienes tienen algo que perder. «Al Rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor…» Calderón lo consideraba patrimonio del alma que hoy, más pragmáticamente, se cuantifica en forma de indemnización.
Pelotón audiovisual
La Audiencia Nacional ha abierto una investigación porque los presuntos han aparecido esposados y recogiendo bolsas de basura con sus pertenencias, lo que algunos han llamado «pena de telediario». Pero, ¿encontrarán culpables los jueces?, ¿por qué los castigarán?, ¿ordenarán resarcir los daños presuntamente infligidos al honor de los detenidos por ser mostrados como delincuentes sin aún serlo judicialmente?, ¿se quedará todo en nada?
Cuando alguien baja de un furgón esposado y tiene al pelotón audiovisual enfrente, la ejecución parece segura. Pero la Justicia, los poderes del Estado de Derecho, deberían hacer todo lo posible por evitar que los presuntos sean condenados por esos ojos públicos que no perdonan. Por consideración a su familia y a sus amigos, por defensa de su empresa y sus trabajadores, por respeto a sí mismos. En el Código Penal no consta el castigo de exhibición televisiva.
Los Medios de Comunicación son crueles. En nombre del derecho de información, pero lo son. Y su obligación probablemente es serlo. No son ellos los culpables, porque su función es informar y dar imágenes que sean noticia. No volvamos a perseguir al mensajero. Pidámosles responsabilidad y rigor, pero no les pidamos que oculten lo que otros les muestran en bandeja.
Los empresarios también sufren con frecuencia estos juicios paralelos, y muchas veces los sufren por no tomar las medidas necesarias para evitarlo. Se puede hacer, también de los procesos judiciales, un tratamiento profesional de la Comunicación, evitando la exposición pública y generando información en línea con la defensa. Es necesario gestionar bien, desde el punto de vista de la Comunicación, estos delicados asuntos, pero, a la vez, debemos exigir a los políticos que no sólo se preocupen cuando son ellos los protagonistas de la imagen. Muchos otros lo son cada día, lo llevan siendo desde hace tiempo y el deber de los gobernantes es preocuparse por todos y proteger a todos.
Ramón Almendros, director Estudio de Comunicación