Hace poco visitaba España el experto en vinos francés Robert Parker. El afamado enólogo, editor de la publicación The Wine Advocat, fue agasajado por muchos e incluso recibido por el Rey como toda una personalidad. Medios como El País le entrevistaron y le dieron tratamiento de «importante». Pero ¿cuál es el mérito del Sr. Parker para que reciba ese tratamiento de excelencia en este y en otros muchos países? Pues su fuerza reside en que basta con que él -o su publicación- califique un vino, de los miles que cata cada año, con una alta puntuación para que las ventas de ese caldo se multipliquen en todo el mundo.
Pasa algo parecido con la famosa guía Michelin en materia de restaurantes. Una estrella Michelin se traduce inmediatamente en prestigio, pero sobre todo en clientes y en dinero. Son dos claros ejemplos de la fuerza de una marca. Una fuerza, ganada casi siempre con tiempo, saber hacer y esfuerzo, pero también con una acertada política de Comunicación.
Parker tiene hoy la fuerza de una marca y gracias a ella ha trascendido y las bodegas de todo el mundo pelean por ser examinados por este especialista del país vecino. No está claro que sus opiniones sean objetivas, al igual que tampoco está claro que la Michelin sea garantía de imparcialidad, pero eso es lo de menos. Lo de más son los resultados y estos son incuestionables. Conseguir una marca es muy difícil, pero su valor es también incuestionable, sea esta marca la de una persona como Parker o la de un producto como la Coca Cola. Por eso, invertir dinero en crear marca es una inversión no sólo rentable sino imprescindible hoy en día.