«Si el titular engancha, la noticia se lee; si no, olvidaros». La frase es de un profesor de Periodismo (cuánto tiempo desde que estas cosas me dejaban pensativa en las aulas), pero podría asumirla cualquiera que sea consumidor habitual de prensa, y aquí no hay diferencia entre impresa, digital o audiovisual. Añado, es más, que esa vieja costumbre de «hojear» un periódico se basa en los titulares: nos «informamos» con lo que dicen estas piezas compuestas por unas pocas palabras.
Hasta ahora, la «lucha» de los comunicadores con los responsables de titular (normalmente los redactores jefe, los editores…) tenía lugar básicamente en el campo de la ética: que fuera veraz, que no tergiversase la base de la información, que no fuese reflejo de un rumor o un cotilleo… Ya, es obvio que tendría que ser así; pero podríamos contar por millones los titulares que, basados en esa necesidad de «enganchar» y de conectar con el «morbo» de la audiencia, vienen cometiendo tropelías de todo tipo.
Y en esto llega la «socialización» de los Medios. Un titular «impactante» se reenvía, se recomienda en Facebook o se retuitea hasta el infinito. Todo un reto para la responsabilidad de los tituladores porque… ¡se suele recomendar sin leer, sólo por el titular! Sí, ya sé que esto no es sorpresa porque lo hacemos todos (mea culpa, vale). Pero es que la fiabilidad en las redes sociales baja hasta lo más profundo cuando se descubre que la noticia más leída en un Medio como elpais.com, un día de diciembre de 2011, ¡es de junio de 2005! (“El PP lleva un experto al senado que afirma que ser gay es una enfermedad”). ¿Por qué? Pues porque alguien la encontró haciendo una búsqueda (ya ven por qué decimos una y otra vez que es imprescindible controlar la «huella digital»), la retuiteó y una noticia que en su momento leyeron poco más de 2.500 usuarios pasó a tener seis años más tarde 312.000 y 124.000 recomendaciones en Facebook.
Los responsables de elpais.com reaccionaron poniendo una nota sobre la noticia en la que se destacaba la fecha de emisión. Hasta aquí la anécdota. La cantidad de interrogantes que abre todo esto es infinita, a nada que demos una vuelta al asunto. En mi Compañía, Estudio de Comunicación, solemos tener una respuesta que cubre casi toda duda si a Comunicación Corporativa nos referimos: prevenir para que la imagen y la reputación no salgan afectadas. Hay técnicas y requiere mucho trabajo, pero funciona. Desde el punto de vista de la ética periodística… ¡ay! Hasta el teclado del ordenador se me estremece.