¿Es justo que un comentario desacertado en redes sociales arruine la reputación de una persona para siempre?

Jo Ellison, editora de moda del Financial Times publicaba hace unos días una columna en la que reflexionaba sobre la ira en los social media, sobre cómo cada comentario desacertado de la celebrity, el político, o la influencer de turno nos indigna y enciende la furia en nosotros. Y esto venía a cuento de uno de los últimos “escándalos” ocurridos en Instagram y que tuvo como foco a Miroslava Duma, una de las it girls más influyentes del mundo de la moda. Duma, nacida en Siberia en 1985, fundó a los 19 años la ONG Peace Planet y a los 20 consiguió el puesto de editora de proyectos especiales en Harper’s Baazar.  En 2010 lanzó su propia revista de moda y estilo de vida Büro 24/7 y en 2017 creó Fashion Tech Lab, una tienda online de moda, además de ser business angel de varias empresas tecnológicas.

No voy a seguir ahondando en el perfil de esta mujer de 33 años a la que algunos medios como SModa han definido como “el activo más importante de la moda rusa” porque creo que ya es evidente su importante trayectoria. Pues bien, un “story” publicado en su Instagram parece haber no sé si arruinado por completo su reputación pero sí haber hecho una mella muy importante que tardará en superar. La historia es que Miroslava Duma se encontraba en la Alta Costura de París asistiendo a los desfiles, cuando su amiga, la diseñadora rusa Ullyana Sergeenko, le envió a su habitación de hotel un ramo de flores acompañado de una nota que ponía «To my n***** in Paris». Y aquí viene el lío: las celebrities, influencers, etc. suelen usar los stories en Instagram para enseñar “el backstage de sus vidas” y, supongo que con esa intención y con la de alimentar a su más de millón y medio de seguidores, Duma subió la foto de la nota acompañada de un corazón… y, a continuación, se incendió la red social. Parece ser que fotógrafos, modelos, diseñadores, estilistas, etc. se lanzaron a pedir explicaciones y a indignarse, dejando de seguir a Duma y Sergeenko por usar un término tan racista. Pero no solo eso, los usuarios empezaron a tirar de hemeroteca y sumaron a la conversación en contra de la ‘it girl’ un video de 2012 grabado en Rusia en el que hacía comentarios transfóbicos.

Tanto Sergeenko como Miroslava Duma no tardaron mucho en responder. De hecho Duma envió dos comunicados, uno tratando de explicar que la frase hacía referencia a una canción de Jay-Z y pidiendo disculpas puesto que no se siente identificada con ese tipo de comentarios racistas, y otro al día siguiente en el que indicaba estar avergonzada por los comentarios vertidos en 2012. A grandes rasgos, en su nota de disculpas, Duma añadía que ya no es la misma persona que era hace seis años e insistía en que cree en la igualdad, sin importar etnia, género, orientación sexual o religión. Pero parece ser que en lugar de recibir el perdón, una de las empresas en las que co-fundó, The Tot, hizo público un comunicado anunciando que Miroslava Duma ya no formaba parte de su Consejo de Administración.

Y volviendo al artículo del Financial Times, me gustaría reflexionar acerca de las palabras de Joe Ellison en referencia a este tema. Se pregunta Ellison si realmente estamos tan rabiosos como parecemos en las redes sociales donde ejercemos a la vez las funciones de jueces, jurado y verdugos; o esta es solo una manera de sacar a la luz errores de otros para señalar nuestras propias virtudes. Añade Ellison que castigamos los errores de otros mientras que en el ámbito cultural, sin embargo, estamos dispuestos a mostrar empatía por los personajes de series de televisión como Big Little Lies o Juego de Tronos que tienen luces y sombras. La editora del FT termina su columna haciendo un alegato por perder la ingenuidad de buscar un mundo perfecto y recordando que no todo el mundo es “malo” y que a veces cometemos errores.

Y añado, las redes sociales son un gran lugar para fomentar la conversación positiva en muchos ámbitos, para bromear, para pasárselo bien, para apoyarse… por lo que sería una lástima y un retroceso que tanta ira o ataque termine por alejarnos de estos espacios o dejar de ser nosotros mismos por el miedo a que un mínimo error termine con nuestra imagen pública para siempre. Y este “nosotros” obviamente también es extrapolable a empresas, organizaciones y principales ejecutivos.

Por Silvia Rodriguez, directora en Estudio de Comunicación España

@Sivirs

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