Las vocales no son sexistas

En las empresas o “empresos”, como dijo recientemente el presidente de Mercadona, Juan Roig, el denominado “sexismo del lenguaje” es una inquietud o tendencia sobre la que los profesionales de la comunicación deberíamos reflexionar como asesores en este campo.

Recientemente, el consejero delegado de una gran compañía planteaba, si en una próxima reunión con 14 ejecutivos, donde el 70% son mujeres, si sería mejor usar un plural femenino para dirigirse al grupo que el plural neutro, lingüísticamente correcto, que coincide con el masculino.

Sin duda, sus palabras sugieren una respuesta y la primera, desde mi punto de vista, es dejar claro lo más básico: que el lenguaje en sí no es sexista. Si analizamos ambos conceptos, vemos que el término lenguaje es la capacidad del ser humano para expresar sus sentimientos y pensamientos con palabras, mientras que el sexismo es la discriminación basada en el sexo o en el género. Por tanto, lo que es sexista es el uso social adecuado o no, manipulado o no, que se puede hacer de este lenguaje, pero no éste, en sí mismo.

Por eso, decir portavozas en vez de portavozas, como dijo hace unos meses la portavoz de Unidos Podemos en el Congreso, es una trasgresión lingüística sin sentido que pretender dar a entender que el lenguaje es en sí mismo sexista sin entender como de verdad funciona. De ahí, que académicos como, Arturo Pérez Reverte, sillón T en esta prestigiosa institución, expresó con rotundidad que la palabra actual “portavoz” es absolutamente correcta.

Quizás, en este debate, es interesante tener claro que evitar el sexismo no es poner muchas A, trasgrediendo un vocablo neutro, que no es sí mismo sexista, y convertirlo en una aberración lingüística. Entender, también, que si alguna característica tiene el lenguaje es que es flexible, está vivo, tiende a la economía, es moldeable y, efectivamente, puede ser lo que la sociedad quiera que sea. Es un reflejo de la realidad, pero no al contrario. Por eso, quizás, carece de sentido desdoblar estructuras lingüísticas con el propósito de provocar transformaciones en los comportamientos, cuando lo que hay hacer es cambiar los comportamientos.

Creo que la sociedad es el motor que va imponiendo de forma natural los cambios en el lenguaje y, por eso, decimos maestra y médica pero no nos sentimos ultrajados por no decir «periodisto».

En conclusión, avancemos en los cambios reales y sociales y dejemos a los lingüistas y expertos desarrollar su trabajo para analizar con sensibilidad a la Sociedad, ir trasladando esta dualidad y sugerir maneras de decir.

Lo contrario es banalizar el lenguaje, nuestra principal herramienta de comunicación. Por eso, unas veces decimos lengua en femenino y otras, lenguaje, en masculino. Y no hay ningún problema o dilema.

Por Ana Rodríguez, directora en Estudio de Comunicación España

@Arodriguezgas

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