El estornudo electoral de Trump

Los economistas dicen que cuando Estados Unidos estornuda el mundo se resfría, en clara alusión a la dependencia que tienen el resto de países de las decisiones que toma la potencia económica de las barras y estrellas.

En comunicación no íbamos a ser menos que en economía y cada cuatro años esperamos expectantes a que se celebren unas elecciones, que dan para muchos análisis en las facultades de ciencias de la información y para no pocos sesudos proyectos de fin de carrera.

La estrategia de cada campaña electoral como la que acaba de concluir es en sí un compendio del saber comunicador, que bien merece nos detengamos en ella, porque suele marcar tendencia y dejar una huella que dura como mínimo hasta la siguiente cita electoral.

Cualquiera que se dedique profesionalmente a la comunicación sabe que para que el mensaje cale en su receptor, en este caso el pueblo estadounidense, no hay nada como repetir hasta la saciedad, porque el ser humano aprende por repetición.

Las elecciones de 2016 pusieron de moda conceptos como el de “fake news”, “desinformación” y “posverdad” ideas que se esculpieron en el imaginario colectivo a golpe de tuit y sobre las que se han escrito ríos de tinta.

Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020 nos han dejado ya algunas certezas y no pocas incertidumbres. No hay que ser adivina para vaticinar que la sombra del fraude en el voto por correo, que Trump no ha hecho sino invocar a lo largo de la campaña y repetir cual mantra, (por si el resultado no le convence), planeará durante mucho tiempo sobre la agenda mediática y dará para otros tantos ríos de tinta a corto y medio plazo.

En cuanto a las certezas me quedo con la importancia de la comunicación, una importancia ejemplificada en la imagen de dos caballeros septuagenarios que bajaron al barro en un primer debate electoral ante los ojos del mundo entero y fueron capaces de moderar su tono en un segundo debate, abroncados seguramente por sus jefes de campaña ante la bajada en las encuestas. ¿Se comportarían los candidatos electorales de igual manera si no sintieran en sendos cogotes el aliento de su electorado y la presión de los medios de comunicación?

Esta primera certeza me lleva a reafirmar la tesis de que sí que importa lo que un candidato sea capaz de comunicar pue es por esa capacidad de síntesis en su táctica dialéctica por la que se mide en gran parte su capacidad presidencial dejando claro que ganar a un contrincante en un debate es ascender un peldaño hacia al Olimpo de la Casa Blanca.

Por tanto, un debate electoral por muy sorprendente que pueda parecer en un mundo tomado por las redes sociales sigue siendo en 2020 un fenómeno de masas y no sólo lo que dicen los candidatos sino cómo lo dicen puede ser su mejor baza para hacer decantar la balanza del voto indeciso.

Otra certeza que nos dejan estas elecciones, a juzgar por la proliferación de mítines que se produjeron apurando los últimos momentos de sus respectivas campañas electorales, es que dirigirse a los votantes de manera directa desde un atril sigue teniendo un efecto mágico sobre el interlocutor que Twitter no puede soñar con emular, de lo contrario los candidatos se habrían dedicado a tuitear cómodamente desde sus despachos en lugar de recorrerse de manera frenética el país para arengar a las masas cuasi de manera omnipresente.

No sabemos qué candidato ganará finalmente los comicios, pero sí sabemos que una vez más las elecciones presidenciales estadounidenses han servido para poner en valor el papel fundamental de la comunicación para lograr un fin, en este caso el de ser el próximo presidente de los Estados unidos de América.

 

Por Ana Pereira, Directora en Estudio de Comunicación.

@anabepereira

, , , , , , ,
SWITCH THE LANGUAGE
Text Widget
Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit. Vivamus quis neque vel quam fringilla feugiat. Suspendisse potenti. Proin eget ex nibh. Nullam convallis tristique pellentesque.