Comunicación versus reputación

Afortunadamente nuestros empresarios, cada día más, entienden el valor de la comunicación interna como una herramienta esencial al servicio de la gestión, capaz de explicar lo que hace la empresa, como lo hace y los objetivos, no solo económicos, sino también los fines sociales de una actividad responsable.

En una empresa moderna, aquella que pone a los empleados en el foco de la acción informativa y destina recursos humanos y técnicos a tal objetivo se ha pasado del ordeno y mando, necesario a veces, a una actitud en la que se informa, se comparte opinión y, si es preciso, se ajustan y acomodan decisiones e ideas preconcebidas a otras que emanan de una plantilla informada y valorada.

La opinión interna enriquece sin duda la acción empresarial, máxime cuando se trata de plantillas alineadas con la actividad y el futuro de la compañía y, en ese objetivo, la comunicación de ida y vuelta juega un papel esencial.

A estas alturas, no cabe duda de que la comunicación interna estimula el compromiso profesional con  los retos de la dirección y propicia una implicación activa y de mayor competitividad ante los clientes y la sociedad, lo que genera a su vez un buen clima de trabajo y coadyuva en la transmisión de valores corporativos y en la venta de los productos y servicios.

Un empleado informado, motivado y comprometido es un portavoz de enorme influencia con el entorno y con los públicos esenciales de una compañía. Un activo que genera valor, compromiso y rentabilidad. En plantillas numerosas, el efecto multiplicador de una buena comunicación interna es de enorme trascendencia, no solo económica, sino también reputacional.

Por Santiago Castaño, asociado de Estudio de Comunicación.

@santi_castano

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