Las aplicaciones como Teams, Zoom, Skype, Jitsy…, que permiten reuniones virtuales o videollamadas, llegaron como un salvavidas en la pandemia para poder seguir trabajando en el día a día. Veíamos en ellas un gran vehículo de comunicación que nos hacía la vida más fácil. Pero ahora, después de casi dos años, sentimos cierto cansancio al usarlas. ¿Cuáles son los motivos?
Exceso de cercanía. Podría parecer que presencialmente se daría más esta situación, pero curiosamente durante este tipo de llamadas invadimos sin querer el límite de la intimidad, zona incómoda que todos evitamos, y que en este escenario no podemos evitar. El tiempo que dura la llamada y estamos siendo observados por todos, puede provocar angustia y resulta agotador para el cerebro. Necesitamos de vez en cuando poder mirar a otro lado, bajar la vista a nuestros zapatos y bajar la tensión del momento, porque si no colapsamos. Por eso las llamadas deben ser cortas y rápidas.
Vemos nuestra propia cara. Este motivo tiene que ver con las emociones negativas que desarrollamos cuando, por ejemplo, nos miramos en el espejo. Por defecto e involuntariamente mientras dura la llamada, tendemos a mirar nuestra cara entre las otras y es inevitable juzgarnos de forma negativa la mayoría de las veces. Por ello es recomendable quitar nuestra cara de la pantalla mientras dure la reunión.
Falta de movilidad. A nivel cognitivo se dice que funcionamos mejor cuando nos movemos, y no solo cuando nos trasladamos sino también cuando tenemos plena libertad para mover la cabeza, las manos, el cuerpo, etc. El hecho de pasar todo el rato delante de la pantalla y permanecer fijos nos quita poder de comunicación y de expresarnos, dejando solo la parte de la cara visible para ello.
Comunicación poco natural. En reuniones presenciales emitimos señales con todo nuestro cuerpo, es la comunicación no verbal que nos resulta natural y nos hace más eficaces en la relación con los demás. Sin embargo, en las reuniones virtuales emitimos muy pocas señales que pueda recibir el otro y la mayoría de ellas requieren un esfuerzo extra no natural para tratar de que nuestras ideas lleguen al receptor. Por ejemplo, asentir mucho o hablar demasiado alto….
En definitiva, está demostrado que pensamos mejor en persona que ante una pantalla. Además, el estar expuesto, sin libertad de movimiento y siendo observado provoca mucho cansancio y eso se va notando. Por todo ello, dejemos para estas herramientas solo las reuniones cortas, fáciles e ideadas únicamente para avanzar en el trabajo porque para el resto, en las que tenemos que poner todo nuestro poder comunicativo, la reunión real sigue siendo la reina.
Eva Fresnillo, consultora Senior de Estudio de Comunicación