Merca2.0 – Carlos Bonilla, Senior Advisor en AB Estudio de Comunicación México.
Ansiedad, ciberbullying, normalización del síndrome del impostor y problemas para conciliar el sueño son algunos de los problemas que han aumentado en los últimos años producto del uso intensivo de las redes sociales.
El comparar nuestra vida con la de quienes exhiben la suya en Internet, el reto de conseguir mayor número de “likes” que nuestros conocidos o lograr cuerpos perfectos como los que ofrecen algunas aplicaciones son ejemplos de situaciones generadoras de angustia o depresión, que como sabemos constituyen problemas de salud pública.
Según una investigación del Wall Street Journal, el 32% de las mujeres que se sienten mal con su cuerpo afirman que Instagram las hace sentir peor. Las generaciones más jóvenes acostumbran a definir su concepto de felicidad a partir de los scroll que hacen a diario en las redes sociales. Ven lo que los demás están haciendo, comiendo, los lugares que están visitando y los toman como el paradigma de la felicidad, el cual tienden a imitar, aunque sean estilos de vida ajenos a ellos.
Casos como el suicidio de Molly Russell, una adolescente de 14 años, ha abierto el debate del uso de redes sociales en Inglaterra. Su padre descubrió que seis meses antes de la muerte de su hija, ella había reaccionado a más de 2,000 contenidos en redes sociales relacionados con autolesiones, depresión o suicidio.
La pregunta es si existe la facultad de culpar a las redes sociales o es responsabilidad individual decidir el tipo de contenidos que consumimos.
Imagina que las redes sociales desaparecieran
¿Es necesaria una regulación en materia de publicación de contenidos en redes sociales? Respuestas en uno u otro sentido abundarían, así como el cuestionar si los influencers tienen alguna responsabilidad al postear contenidos o culpar a las campañas que las marcas crean en las que ensalzan estereotipos sociales.
No ha pasado inadvertido que Frances Haugen, exempleada de Meta, mostró en el mes de octubre de este año estudios realizados por la empresa donde muestran que el consumo de Instagram conduce a problemas de salud mental, imagen corporal, trastornos alimentarios y pensamientos suicidas. Según el estudio interno, 13.5% de las adolescentes dijeron que Instagram empeora sus pensamientos suicidas, mientras que al 17% de las encuestadas hicieron saber que agrava sus trastornos alimentarios.
Sería inocente pensar que el uso de las redes sociales va a regularse en el corto plazo o que los usuarios cambien la manera de utilizarlas, pero una forma de disminuir estos problemas es que el diseño de campañas incluya consejos para preservar la salud mental, especialmente en aquellas de productos con potencial de efectos negativos para la misma.
Un esfuerzo incipiente con tal fin es el movimiento mundial impulsado por influencers y celebridades que tiene como objetivo hablar abiertamente de temas de salud mental. Tan solo recordemos a la gimnasta Simone Biles en los Juegos Olímpicos, donde siendo la favorita para ganar varias competencias, decidió retirarse por cuestiones de salud mental. Otro ejemplo, es la reciente estrategia Tiktok para demostrar su compromiso con el tema, en la cual mediante los hashtags #mentalHealth, #selfcare, #stressrelief, #healingjourney y #wedorecover los usuarios pueden acceder a información y comunidades que van desde ayuda para aprender a relajarse, hasta testimonios de personas que están pasando por algún problema relacionado con la salud mental.
También existen plataformas encaminadas a regresar la autenticidad y transparencia a las redes sociales, como la aplicación francesa Be Real, que cuenta con 28 millones de descargas desde su creación en 2019. Esta app tiene como objetivo mostrar una vida más real en redes sociales, con una notificación que envía diariamente en horarios aleatorios, activa la cámara trasera y delantera de los celulares para que, en dos minutos, sin filtros, el usuario tenga tiempo para planear la foto o comparte lo que está haciendo en ese momento.
