Hay algo mágico cuando un equipo funciona. Se producen unas dinámicas que encajan como piezas de Tetris en un puzle. Como desafiando a las matemáticas, la suma de los talentos de los miembros del equipo, no solo se añaden, sino que se elevan exponencialmente. Tener una oportunidad de trabajar de esta manera es un regalo para cualquier profesional.
No descubro nada a nadie si digo que el trabajo en equipo es una de las piedras angulares del éxito en cualquier organización. Desde las antiguas civilizaciones hasta las empresas modernas, la colaboración ha demostrado ser un factor determinante en la consecución de metas y el logro de resultados sobresalientes. Pero, más allá de pedir a nuestros empleados que el trabajo en equipo sea una de sus cualidades indispensables en su currículum, ¿nos hemos esforzado desde las empresas en potenciarlo y cultivarlo?
Todas las mañanas paso por delante las oficinas de una compañía de seguros, que tienen una frase que me hace reflexionar: “No somos un equipo porque trabajemos juntos. Somos un equipo porque nos respetamos, confiamos y nos preocupamos los unos por los otros”.
¿Deben las compañías seguir una estrategia para impulsar el respeto, la confianza y la comunicación en los equipos? ¿Es posible conseguir un trabajo en equipo 100% eficaz sin ello? Me cuesta verlo sin que los mandos y líderes sean ese eje fundamental para construir el buen funcionamiento de cualquier equipo. Sin embargo, no deja de sorprenderme que muchas empresas dejan estas cuestiones al libre albedrío. Especialmente, en la comunicación, entendiéndola como la herramienta fundamental para la gestión tanto operativa como emocional del equipo. ¿Por qué hay tan pocas compañías que se atrevan a exigir la comunicación como una de las necesidades básicas para cualquier responsable en la gestión de personas?
Una tarea así no es para nada fácil. Crear una buena base para la comunicación directiva exige a la organización pautar muchas veces cuándo ocurre y qué ocurre en esta, construir esas oportunidades para el diálogo si no están ocurriendo, recomendar buenas prácticas y dotar a los líderes de discurso, argumentos y confianza para que se sientan lo suficientemente cómodos y empoderados para gestionar las expectativas de su equipo y, ya que pedimos, para que sean capaces de hablar ante ellos en nombre de la empresa cuando sea necesario y sepan ubicar los objetivos del equipo dentro de la estrategia global de la organización.
Algo que parece tan obvio, debe estar sobre todo ordenado y exigido para “activar” a aquellos que son proclives a dejar la comunicación con su equipo como una tarea no prioritaria. También por reforzar a aquellos que sí comunican eficazmente a sus equipos gracias a su convicción y voluntarismo. Con lo que se juegan las empresas, dejar la comunicación a los estilos personales es jugar a la ruleta rusa con el compromiso de los empleados.
El trabajo en equipo es un tesoro que cada organización debería valorar y cultivar. La coordinación y la comunicación son las herramientas clave para desbloquear su potencial. Creo que solo cabe dar las gracias a mi equipo por el respeto, la confianza y el compromiso, porque cuando una música así suena, ya no quieres escuchar otra melodía. Así que, la próxima vez que trabajes en un equipo, recuerda: «quién tiene un equipo, tiene un tesoro».
Por Pedro Soto, director en Estudio de Comunicación