Las tragedias producidas por el hombre o por la naturaleza, siempre sacan lo peor y lo mejor de las personas -físicas o jurídicas-, ya sea de forma individual o colectiva. El brutal terremoto que sacudió a Chile en la madrugada del 27 de febrero, al que le siguió un devastador tsunami, ha acabado con más de 500 vidas, centenares de desaparecidos y cientos de miles de casas destruídas. Ha dejado a millones de afectados, infraestructuras colapsadas, servicios básicos gravemente dañados, y una sensación de frustración e impotencia difícil de manejar.
Junto a los apoyos públicos, éste es el momento también para que las empresas privadas –chilenas o las extranjeras que en su día apostaron por invertir en Chile- materialicen su discurso de compromiso de largo plazo e implicación con el país.
No bastan las páginas de publicidad mostrando comprensión y solidaridad ante la tragedia, o la ‘obligada’ foto en la Teletón, junto a don Francisco. Quedarse sólo ahí se podría interpretar como una instrumentalización propagandística del enorme drama que viven miles de familias chilenas. Este es el momento, la gran oportunidad, de demostrar con hechos que la responsabilidad social corporativa (RSC) no es una palabra vacía.
Sin duda, la primera responsabilidad de las empresas, especialmente las que operan con públicos masivos, como energía, agua, telecomunicaciones, o infraestructuras, es restablecer los servicios, tanto en lo que se refiere a calidad como a seguridad de suministro, sin reparar en medios humanos, técnicos o económicos. Pero, junto a ello, es obligado que dispongan de un plan de medio y largo plazo que contribuya a paliar la difícil situación de miles de personas que han perdido todo: casa, enseres, trabajo y expectativas. Miles de personas que forman parte de los stakeholders de muchas empresas en su calidad de empleados, clientes, accionistas… Los chilenos confían en eso. Esa es la oportunidad de imagen que tienen ante si las empresas –nacionales y foráneas- y no aprovecharla, cada una en su dimensión y dentro de sus posibilidades, será tan frustrante como el propio terremoto.