ODS: no más disculpas, por favor

El ConfidencialBenito Berceruelo, CEO y Socio Fundador de Estudio de Comunicación

La pandemia y la guerra han significado dos frenos dramáticos en la progresión de estos ODS, y han afectado, sobre todo, a los países menos desarrollados, los más débiles y los más vulnerables a las dificultades. 

Hemos avanzado poco. Y, en este reto mundial, o nos salvamos todos o no se salva nadie. En 2015, bajo la tutela de las Naciones Unidas, 193 países —también España— se fijaron unas metas para 2030. Ambiciosas, pero no suficientes. Son los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), que pretenden que la humanidad siga creciendo, pero que lo haga cuidando el planeta y el medio ambiente, luchando contra el cambio climático, mejorando las sociedades en las que vivimos en asuntos como la educación, las cuestiones de género o el trabajo digno, y prestando, también, atención a factores políticos como la paz (¡qué gran momento para reivindicarla!) o la justicia. 

La pandemia y la guerra han significado dos frenos dramáticos en la progresión de estos ODS, y han afectado, sobre todo, a los países menos desarrollados, los más débiles y los más vulnerables a las dificultades.  

Acaba de hacerse público el informe anual que evalúa la progresión de cada país en este arduo camino. Pocas sorpresas. Los que más avanzan son naciones como Finlandia, Dinamarca o Suecia. Otra vez los más listos de la clase. Los países que van más rezagados: Sudán del Sur, República Centroafricana y Chad. España progresa, pero tan raquíticamente que debería sonrojarnos: hemos pasado de tener 79,5 puntos a ¡79,9 puntos! 

Los países pobres lo tienen más difícil, porque persiguen otras prioridades vitales, como dejar de pasar hambre, luchar contra enfermedades o educar a sus jóvenes. Las naciones desarrolladas pueden afanarse más en la tarea, y no deben olvidar que son los grandes culpables de haber llegado hasta aquí y que sus políticas comerciales, que buscan menores costes y mayor globalidad, afectan y condicionan la evolución de los países más pobres.  

Sigue pasando el tiempo y todos debemos hacer autocrítica. Las empresas, una gran parte de ellas, dicen más de lo que hacen o hacen menos de lo que podrían y deberían. Los accionistas e inversores, por su parte, no son lo suficientemente exigentes con los gestores para que estos realmente se comprometan y no solo se limiten a dar dividendos, sino que asuman su papel de protagonistas sociales del cambio. Los consumidores deben de dejar de mirar para otro lado cuando consumen, por ejemplo, camisetas muy baratas, que se fabrican en lugares como China, en condiciones laborales lamentables pero coherentes con los precios finales. Los últimos estudios sobre la materia demuestran que los consumidores estamos mayoritariamente de acuerdo con los ODS, pero no estamos igual de dispuestos a hacer los esfuerzos necesarios para conseguirlos. Y los políticos, ¿qué decir de los políticos?, que firman acuerdos a largo plazo cuando son incapaces de gobernar sin pensar en las siguientes elecciones y tienden a dejar para sus sucesores las cosas realmente importantes para la humanidad.  

En España, un gobierno que se supone progresista, con ministerios tan adaptados a la moda como el llamado de «transición ecológica», no ha sido capaz de progresar casi nada, aunque; eso sí, nuestro presidente lleva con frecuencia el pin de los ODS en la solapa. Está claro que ya no sirven las disculpas. Todos tenemos alguna, nuestros gobernantes los primeros, y casi siempre consiste en pasar la responsabilidad a otros. 

 

La Comunicación debe servir de creación de clima de opinión que haga de Pepito Grillo ante las administraciones y las empresas 

 

En este gigantesco reto del desarrollo sostenible mundial, la Comunicación, con mayúsculas, tiene mucho, mucho que aportar: a los gobiernos y a las empresas. Para que sigamos avanzando y lo hagamos con mayor rapidez y eficacia, es necesario divulgar mejor y globalmente los objetivos que nos hemos marcado, motivar a los habitantes del planeta en su consecución y concienciar a todos de que cada uno somos importantes y tenemos cosas que aportar. 

 Además, la Comunicación debe servir de elemento de presión, de creación de clima de opinión que haga de Pepito Grillo ante las administraciones y las empresas. Que los poderosos, los que pueden y deben aportar más,  sientan el aliento social y la exigencia de sus conciudadanos en el cogote. 

 

Será más factible lograr lo que nos propusimos hace ahora siete años con una buena, sistemática y continua Comunicación 

 

Los profesionales de la comunicación, en el sentido más amplio: periodistas, comunicadores, publicistas… tenemos que contribuir con nuestro grano de arena a este proyecto en el que nos jugamos el mundo que van a habitar nuestros hijos. Todos y cada uno, desde nuestra responsabilidad diaria, estamos obligados a colaborar en la creación de esa conciencia colectiva. 

 Nos fijamos un plazo de quince años, ya han pasado siete y el camino por recorrer es muy escabroso (lleno de intereses) y complicado. Será más factible lograr lo que nos propusimos hace ahora siete años con un buena, sistemática y continua Comunicación. 

 

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