El descubrimiento en 2020 en Marruecos de un hueso de la cola de un Spinosaurus Aegyptiacus, un dinosaurio comúnmente conocido como Espinosaurio, revolucionó por completo las investigaciones paleontológicas hasta la fecha. El hallazgo demostraba, por vez primera en la historia, que este temido carnívoro era, de hecho, un animal acuático, y no terrestre como siempre se había asumido.
El tema no sólo captó la atención de los investigadores por lo que implicaba para la comunidad científica, sino también de la de cientos de entusiastas que, como yo, se sorprendieron con las nuevas maquetas y modelos del dinosaurio, que mostraban una postura anatómica más alineada con una vida marina que con la terrestre, una imagen muy alejada del concepto colectivo sobre esta criatura extinta. Lo que más me impresionó es que tenía toda la lógica del mundo: las patas, la cola, la gran aleta dorsal, el largo y afilado morro para pescar peces… todo estaba diseñado para la vida en el agua. Y, sin embargo, hasta que no se descubriera un pequeño eslabón perdido de su columna, jamás se habría planteado que fuera una criatura marina con un aspecto diferente. Todo debido a que así nos lo habían contado, y así habían construido la narrativa.
Construir el dinosaurio
Siempre se ha sospechado que, realmente, los dinosaurios que hemos visto dibujados e incluso ensamblados en los museos no tienen por qué corresponderse con la realidad. Es imposible saber de qué color eran, si tenían escamas, plumas o pelo, y tampoco qué sonidos emitían. Pero también hay que ser suspicaces con su anatomía, pues puede que estén, literalmente, “mal montados”.
Podemos trasladar esta idea de esqueletos erróneos al mundo de la comunicación corporativa. La forma de ensamblar las distintas partes de nuestra narrativa puede dar lugar a un monstruo prehistórico anatómicamente incorrecto, que parece que se sostiene, pero que no tiene ninguna lógica y que no hace justicia a su auténtica esencia. Es importante prestar atención a nuestra cultura corporativa, nuestro entorno, nuestros stakeholders y nuestra misión, visión y valores, y empezar a cohesionarlo bajo un modelo seguro, coherente y bien consolidado. De lo contrario, corremos el riesgo de que alguien nos descubra la colita y se nos desmorone el dinosaurio.
Por Mérida Miranda, consultora en Estudio de Comunicación.
@merida_miranda1